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Raclette y deportes de invierno: ¿cuántas pistas de esquí para eliminar esas desagradables calorías?

Los expertos lo tienen claro: basta con unos días en la alta montaña para sentirse tan animado como un ave criada al aire libre.

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Raclette y deportes de invierno: ¿cuántas pistas de esquí para eliminar esas desagradables calorías?

Los expertos lo tienen claro: basta con unos días en la alta montaña para sentirse tan animado como un ave criada al aire libre. Largas sesiones de deslizamiento, sesiones de feroz lucha contra el frío a partir de media mañana, oxigenación del cuerpo en su conjunto... Lo suficiente como para tener ganas de derretirse como la nieve al sol, o al menos permitirse algunos excesos sin ningún sentimiento de culpa, entre ellos chocolate caliente, ponche humeante, Mont d'Or asado y otra formidable raclette familiar. Todo, por supuesto, por una cantidad calórica equivalente al precio de una noche en Courchevel.

Si el esquí es uno de los deportes que más energía consume, conviene matizar su alcance, ya que el gasto calórico dependerá de su perfil de esquiador: así, un individuo fuerte que se lance por las pistas rojas y negras podrá quemar 400 calorías por hora, mientras que otra persona más esbelta, haciendo slalom con la gracia de un pastel sobre el verde y el azul, difícilmente superará las 200. Es decir, en un día de cinco horas de ejercicio, 2000 calorías para el primero, y “sólo” 1000 por el segundo. Y por mucho que protestemos blandiendo nuestros bastones, la fisiología no se arrodillará y pedirá disculpas. Una observación confirmada por Alexis Mongellaz, dietista-nutricionista y monitor de esquí en Les Saisies, en Saboya: “hay muchos parámetros que influyen en el gasto energético: sexo, edad, tamaño corporal, temperatura exterior... "Lo importante es la intensidad y, por lo tanto, el nivel del esquiador."

Por tanto, es difícil comparar nuestros cálculos aprendidos con el aporte calórico medio de una raclette. Pero no nos quedemos a medias: con 150 gramos de queso, la misma cantidad de embutidos, 300 gramos de patatas y dos vasos de vino blanco seco, la cuenta rondará las 1.600 calorías. Nuestro esquiador regordete se quedará así con unas 400 calorías de margen, mientras que el desafortunado con cintura de avispa tendrá 600 calorías más sobre su conciencia. Al menos en teoría.

Tener otra patata para rematar el queso, una loncha de queso para el último trozo de patata... Una deliciosa tortura de tantalio que, por tanto, no está exenta de consecuencias. Sin embargo, nuestro experto aconseja olvidar los cálculos en favor del sentido común: “Hay que tener una visión de tu alimentación en su totalidad, y esto lamentablemente no entra en juego en el momento de las vacaciones. La alimentación debe ser moderada en el día a día, condición sine qua non para los pocos excesos que nos permitimos durante los deportes de invierno.

Para gran consternación de los matemáticos, no es necesario ser preciso y jugar al juego de las equivalencias. “Es mucho más fácil confiar en tus sentimientos. Después de un día de esquí, muchas veces sentimos mucha hambre y es importante saciarla. La trampa está en la gula y la convivencia, así como en las bebidas alcohólicas, que no tienen efecto saciante. En resumen, no más raclette (con moderación, entonces) y no más Roussette de Savoie. Entre deporte y epicureísmo, ya sabes hacia dónde se inclina la balanza.

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