Este artículo proviene de la Revista Figaro.
Emmanuel Macron, ama la música. La noche de su elección, para su primer mandato, el grupo marfileño Magic System creó el ambiente en el patio del Louvre. Se puso caliente. No hace mucho, para la velada de inauguración de los Juegos Olímpicos, pensó en Aya Nakamura. Esta cantante franco-maliense sería la artista francesa más escuchada en el extranjero. Vende muchos discos -si es que todavía podemos hablar de discos en la era del streaming- y se expresa en un lenguaje joven.
Extracto de Djadja: “Oh Djadja / No soy tu puta / Djadja nan / No hay manera Djadja sí / En catchana baby te mueres así”. Méchante tampoco está mal: "No entiendo la locura que hay (la locura que hay) / No me gustan mucho las tonterías, a mí (las tonterías, a mí) / Tu humor, es raro (tu humor, ella es rara ) / Y ahí es donde es bre-som (que es bre-som)”.
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A veces sus textos son francamente incomprensibles, pero eso no importa. Aya Nakamura habría dicho que sí al presidente de la República, precisando que le gustaba mucho Édith Piaf. No sabemos nada más. La elección debió ser difícil. No se trata de invitar a Mireille Mathieu -no estamos en Rusia-, a Daniel Guichard, a Line Renaud o a Hugues Aufray. Johnny Hallyday ya no está, no podrá encender el fuego atronando El himno al amor.
Booba podría haber retomado No, no me arrepiento de nada, Jul no puede cantar Bajo el cielo de París, es de Marsella. Los dos Daft Punk, muy conocidos en el extranjero, se negaron a participar en la ceremonia. Orelsan podría haber regalado una preciosa versión de Mi Legionario. No se contactó con Jean-Pax Méfret.
