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¿Pronto el fin de las flores artificiales en los negocios parisinos?

¿Tendrán los bistrós y cafés parisinos deshacerse de las flores que ensucian sus fachadas? El ayuntamiento de París decidió el 9 de febrero, tras consultar con los representantes electos de la oposición, imponer normas al respecto.

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¿Pronto el fin de las flores artificiales en los negocios parisinos?

¿Tendrán los bistrós y cafés parisinos deshacerse de las flores que ensucian sus fachadas? El ayuntamiento de París decidió el 9 de febrero, tras consultar con los representantes electos de la oposición, imponer normas al respecto. Hay que decir que desde hace varios años una auténtica avalancha de flores arrasa las terrazas parisinas. Y con razón, al atraer a turistas que buscan fotos para Instagram, esta decoración puede generar grandes beneficios: hasta un 30% adicional de facturación. Un estudio de APUR publicado en enero muestra la expansión del fenómeno "el pasado mes de abril, 325 establecimientos habían decorado sus fachadas de esta manera, en particular en el Centro de París (111 o el 34% del total), en el 11 (41 o el 13% del total) total) y en el 14 (31 o 10% del total)”. La restauración representa casi el 70% de las empresas afectadas, aunque la tendencia también es visible entre los vendedores de equipos personales (6% del total) y en los escaparates de floristería (4% del total).

Por tanto, ha llegado el momento de controlar esta engorrosa floración. La medida fue sometida a votación por Boris Jamet-Fournier, miembro de París en común. El electo observó con consternación la proliferación de estos escaparates: “En 2019 teníamos patinetes eléctricos por todas partes en las calles y, desde 2022, las fachadas están decoradas con flores artificiales, por lo que era normal empezar a regular”. Para defender su propuesta, Boris Jamet-Fournier esgrime el argumento de la estética: “No es sutil, los colores son estridentes la mayor parte del tiempo. Para una ciudad con tanto patrimonio como París, la experiencia cambia”. Añade también “la peligrosidad de los materiales, el coste de mantenimiento y el criterio ecológico” como razones que le impulsaron a proponer una carta.

Por su parte, Vincent Baladi, miembro de la lista Comprometidos por el cambio de París, señala la lentitud de la mayoría municipal para reaccionar sobre el tema. Para el electo de derecha, “estas instalaciones son peligrosas porque se encuentran en las aceras y en las calles”, lo que también indica “una aberración ecológica”. Si bien admite que es “un deseo de sentido común”, la ciudad “debería haber trabajado mucho antes en estos escaparates floridos, llevamos dos años hablando de ello”.

La carta aún no ha sido redactada. Boris Jamet-Fournier admite no obstante que “la idea no es prohibir estas decoraciones a los comerciantes, sino más bien encontrar alternativas”. Aunque no hay un orden del día preciso, esta carta verá la luz en las próximas semanas “en consulta con las organizaciones profesionales”, “la idea es crear un proceso, con validación previa por parte de los arquitectos, para que la experiencia sea lo más óptima posible .

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Esta decisión es compartida por los profesionales de la restauración. Marcel Benezet, presidente de la sección Cafés, Bares y Cervecerías del Groupement des Hôtelleries et Restaurations de France (GHR), está encantado con la decisión. Le preocupa especialmente el riesgo de seguridad que generan estas instalaciones: “Más allá del aspecto estético y ecológico, estas flores artificiales me preocupan porque pueden provocar incendios de señales. En caso de incendio, los bomberos no pueden acceder al interruptor porque las flores lo cubren. Por tanto, estoy a favor de regular”. El representante también comparte sus dudas sobre el aspecto económico: “decimos que genera entre un 10 y un 15% más de facturación. Personalmente, no estoy convencido”.

Por el contrario, sobre el terreno, los restauradores como Loki Nox y Bown Sent, camarero y director del Chok Dee Café del distrito 9, expresan su asombro. "Es cualquier cosa. Deberíamos pensar en revegetar París antes de castigar a los comerciantes porque no son lo suficientemente “verdes”, afirman. Ambos deploran el aspecto comercial que está en juego: “Hace que la gente vuelva. La ciudad está triste. Recuperamos un poco de color con nuestras flores”. Entre los clientes, la reacción es similar. Sentada en la terraza, Clara es matizadora: “Personalmente soy partidaria de regular las cosas. De ahí a prohibir, creo que es excesivo. Debemos ayudar a los comerciantes sin esforzarnos demasiado en castigarlos, como hacemos demasiado en Francia”.

Queda por ver qué contendrá la carta votada por el ayuntamiento de París. Marcel Benezet sugiere en cualquier caso hacer del tema una oportunidad para trabajar “con productos Made in France”. Boris Jamet-Fournier, por su parte, sugiere sustituir las flores artificiales por “flores naturales liofilizadas para evitar añadir kilos y kilos de plástico”. Respuesta en breve.

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