Francia dispone de unos 200.000 km de tuberías para la distribución de gas, 37.000 km para su transporte a larga distancia… ¿Cómo mantener esta vasta red, mientras el consumo de gas se reduce en Francia? La Comisión de Regulación de Energía (CRE) da algunas respuestas en su informe sobre el futuro de la infraestructura gasista, teniendo en cuenta una verdadera revolución.
Para 2050, todo el gas consumido en Francia debería haberse producido localmente, principalmente en metanizadores. El biometano sustituye esencialmente al gas natural que actualmente se utiliza y se extrae en el exterior. Este trastorno implica disponer de una red capaz de enviar gas en los dos sentidos: a los consumidores, pero también a la red, con puntos de producción repartidos por todo el territorio. Se necesitarán entre seis y 9.700 millones de inversiones para 2050 para esta transformación. El tema es candente, ya que se están acelerando las discusiones sobre la futura ley de programación energética plurianual (PPE).
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“Seleccionamos tres escenarios de consumo, dos de Ademe (Agencia de Medio Ambiente) y uno de los operadores de redes de gas”, explica Emmanuelle Wargon, presidenta de la CRE. En el escenario más proactivo, el consumo de gas en Francia caería en 2050, hasta alcanzar los 165 TWh, frente a los 450 TWh del año pasado. En todos los escenarios, la calefacción de gas, actualmente uno de los elementos más importantes, prácticamente habrá desaparecido. Los industriales tendrían dos veces menos recurso al gas. Solo el transporte (autobuses y camiones) podría ver incrementadas sus necesidades de 2 TWh a 85 TWh, para la previsión más alta.
Sin embargo, incluso en el caso más fuerte en el que el consumo tuviera que dividirse por tres, "casi no habría impacto en las redes", según Emmanuelle Wargon, tendrían que reducirse en un 5%. Para funcionar, un sistema de gas necesita una arquitectura mínima. La carga financiera de la red se repartirá entonces entre un número menor de clientes, lo que podría hacer que sus facturas se disparen.
Es necesario, por tanto, encontrar un esquema tarifario en el que los hogares -y comercios- consumidores de gas no vean disparada su factura simplemente por los costes fijos ligados a la red, que menos tendrían que pagar. Las discusiones están abiertas.
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Hay que tener en cuenta otras dificultades. Si ya no se usa gas para calentar en un área, puede ser necesario considerar detener su distribución. Esto planteará la cuestión del apoyo a los hogares, en particular a aquellos con bajos ingresos que aún usan estufas de gas para cocinar. “Hay que tener cuidado de no ir demasiado rápido para no poner en riesgo la red eléctrica”, añade Anne-Sophie Dessillons, subdirectora de redes de CRE. Cambiar la calefacción de todos los hogares franceses a convectores eléctricos equivaldría a aumentar las necesidades de electricidad en los picos de consumo en 35 GW. ¡Son treinta plantas de energía nuclear más!
