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Trabajadores del mar en Lucernaire: Elya Birman zarpa con Victor Hugo

“Sus frases tentáculo se entrelazan llenas de palabras tontas alrededor de siglos e imperios”, escribió Michel Butor sobre Víctor Hugo.

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Trabajadores del mar en Lucernaire: Elya Birman zarpa con Victor Hugo

“Sus frases tentáculo se entrelazan llenas de palabras tontas alrededor de siglos e imperios”, escribió Michel Butor sobre Víctor Hugo. Hugo, el escritor pulpo. Hay uno en el escenario del Lucernaire: la criatura octópodo está imitada por la fabulosa actriz fabulista Elya Birman, banda unipersonal de los Travailleurs de la mer. El actor está solo en el escenario o, mejor dicho, es el único dueño a bordo. Interpreta a Gilliatt, el héroe de esta triste historia de significado universal.

La trama es bíblicamente simple. El Durande, “ el primer barco de vapor que cruzó el Canal de la Mancha y que hacía el servicio regular de Guernsey a Saint-Malo, (se) perdió (…) en Dover Rock”. El propietario del barco, Lethierry, había invertido en él toda su fortuna y “al desaparecer el Durande, Lethierry ya no tenía razón de existir”. Su única esperanza: que un hombre saque a la luz no el barco reducido a escombros, sino la máquina “apenas alcanzada en esta devastación”.

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¿Quién estaría tan loco como para emprender semejante empresa? Lethierry no ofrece el premio mayor a quien la salve sino la mano de su hija, la bella Déruchette. Todos los elementos dramáticos están en su lugar. Su genio hace el resto. Elya Birman -gorra de marinero, barba poblada, pantalones desgastados, chaqueta de lana y un par de zapatillas holgadas- nos contará, durante más de una hora, la suerte de Gilliatt, un hombre solitario, no guapo pero con un coraje ejemplar. La decoración no es monumental. A la derecha, un barco formado por unas tablas, tres escaleras de mano, cuerdas, un ventilador, una linterna y viejos botes de pintura de los que sale vapor...

En el suelo, lonas de plástico, trozos de algodón o papel en lugar de nieve... Con tan pocas cosas, esta puesta en escena recrea todo un mundo marítimo, y el espectador se hace una película: imagina un puerto (se oye el grito de las gaviotas, el ir y venir de las olas...), imagina el océano y sus abismos. Aquí nada enfático, sólo un maravilloso espectáculo de sencillez como el lenguaje, ecos sonoros, de Hugo. El actor no se ahorra. Su coraje y angustia son contagiosos. Míralo, pobre hombre peludo, frente a la tormenta: la escena parece temblar.

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Magia teatral sin artificios. Sobran los descubrimientos, y la prosa de Hugo, esa caja de herramientas con la que hace lo que quiere. La prueba del pulpo: “(Ella) no tiene huesos, no tiene sangre, no tiene carne. Está flácida. No hay nada ahí dentro. Es una piel. Toda la bestia tiene frío. (…) El pulpo es la bestia más formidablemente armada de todas las bestias. Entonces, ¿qué es el pulpo? Es el tonto. » Gilliatt lucha contra la asquerosa bestia ; es Ulises, es Teseo, pero sin Penélope, sin Antíope a su llegada. Su bella novia Déruchette se ha ido con Ebenezer... Conocemos la última y conmovedora imagen de esta cruel y grandiosa historia.

Les Travailleurs de la mer, en Lucernaire (París 6), hasta el 17 de marzo. Semejante. : 01 45 44 57 34 ; www.lucernaire.fr

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