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Sylvie Grumbach, la moda es una fiesta

Conoció las grandes horas del Palacio y de los Baños Duchas, lugares míticos de la noche parisina, también inauguró una boutique con Andrée Putman, colaboró ​​con Valentino Garavani, ayudó a Vivienne Westwood y John Galliano cuando llegaron a la Ciudad de la Luz.

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Sylvie Grumbach, la moda es una fiesta

Conoció las grandes horas del Palacio y de los Baños Duchas, lugares míticos de la noche parisina, también inauguró una boutique con Andrée Putman, colaboró ​​con Valentino Garavani, ayudó a Vivienne Westwood y John Galliano cuando llegaron a la Ciudad de la Luz. Sería un eufemismo decir que Sylvie Grumbach vivió la época dorada de la moda parisina. Una época bendita (décadas de 1970 a 1990) en la que París era la capital de una creatividad desenfrenada, totalmente centrada en las fiestas entre gente guapa. “En aquella época los grandes grupos de lujo no existían”, recuerda el responsable de prensa. Los presupuestos publicitarios no eran los mismos que hoy. Así que a los creadores, que contaban historias reales a través de sus colecciones, sólo les quedaba su estilo y su locura para hacerse notar.

Esta hija del serrallo – sobrina de Pierre Mendès France, hija de Cerf Mendès France, fundador de la Maison Mendès (famoso fabricante de prêt-à-porter) y hermana de Didier Grumbach, ex presidente de la Federación Francesa de Alta Costura – se dispersa en subastará, hasta el 7 de septiembre, gran parte del archivo de su gabinete de prensa. En el catálogo, las primeras creaciones de John Galliano, Vivienne Westwood y algunas prendas personales, de las marcas Alaïa, Mugler, Montana, Saint Laurent Rive Gauche o Koji Tatsuno, el underground japonés.

“Hace poco nuestra casa de campo familiar se convirtió en un fondo de donación”, explica. Al vaciar el desván para convertirlo en biblioteca, redescubrí entre las cajas de viejos libros de contabilidad y comunicados de prensa algunas piezas bastante extraordinarias. Aviso a los aficionados. “Ya tengo suerte de que algunos de mis viejos conjuntos estén expuestos en el Musée des arts déco de París, pero en mi opinión, una prenda hay que usarla para seguir viva. ¡De lo contrario, es sólo un ahorro!"

La joven en todos los aspectos que vestía bien en La Châtelaine y en las colecciones de prêt-à-porter de Patou e Yves Saint Laurent Rive Gauche creadas por su abuelo, se emancipó a principios de los años 1980 asumiendo las relaciones públicas del Palacio. Se embarcó en la aventura de la mano del legendario jefe del club, Fabrice Emaer. “Siempre me ha gustado divertirme. Cuando trabajaba para Valentino, cenábamos frecuentemente en Le Sept”. Cuando el italiano y su séquito están cansados, ella baja al sótano del restaurante clandestino regentado por Emaer en los años 70 para menear las caderas al ritmo de los primeros éxitos disco.

En Palacio se ocupa de las indescriptibles fiestas de moda. “Habíamos decidido celebrar la moda cada seis meses. Estas fueron también las únicas noches en las que se permitió la entrada a los fotógrafos. El resto del tiempo los perseguí. Imágenes de culto donde vemos a la tribu de Sylvie, Thierry Mugler, Kenzo, Claude Montana, Jean Paul Gaultier, enloqueciendo en la pista de baile.

Con la muerte del emblemático jefe de las consecuencias del sida, las luces de la discoteca se vuelven a encender y el noctámbulo se convierte en un gurú de la moda. En 1984, mientras se ocupaba del com des Bains (no lo superamos), fundó la 2e Bureau, un guiño humorístico a la de la inteligencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Luego es la relaciones públicas de jóvenes diseñadores de moda que a menudo le pagaban en ropa, primero Vivienne Westwood, a quien conoció en el Palacio – “durante un concierto de rock donde vistió a los músicos” –, John Galliano, que acoge en su casa y durante que escribe notas de prensa de forma gratuita hasta que sea nombrado director de Christian Dior. Pero también Víctor

No hay nostalgia para este septuagenario que todavía trabaja para la creación joven en el Festival Internacional de la Moda de Hyères. “Estoy encantada de haber vivido lo que viví”, dijo serenamente. Todavía lo disfruto todos los días”. Sin apartarse de su mirada aguda y su franqueza. “Siempre me sorprende ver que hoy en día la gente gasta 2.000 euros en un bolso pero le cuesta comprar una prenda de más de 500 euros. Dicho esto, entiendo esta nueva moda por lo vintage, es cierto que antes la ropa estaba mejor construída.

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