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Nuestra reseña de Fuera de temporada: chabadabada junto al mar

El albornoz no es amigo del hombre.

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Nuestra reseña de Fuera de temporada: chabadabada junto al mar

El albornoz no es amigo del hombre. ¿Se lo pone? Inmediatamente se muestra apático, incluso enfermo. Mala suerte, Guillaume Canet lo usa mucho fuera de temporada. El actor, que en esta película interpreta a uno, llega a un balneario de la costa oeste para hacer un spa. Nada más entrar, la recepcionista le pide un selfie. Se somete muy bien.

La escena se repite con los empleados del hotel hasta la sala de tratamiento, donde le piden que pose mientras lo preparan para una envoltura de algas. Había venido a recargar pilas al aire fresco y salado. Está al borde de la depresión. Por teléfono, su esposa (Marie Drucker, a quien nunca vemos) solo le habla de sus próximos roles, de su carrera y le comenta que su tiempo de trabajo es limitado. ¿No podría relajarse un poco?

La aclaración adopta la forma antigua de una carta dejada en recepción. Proviene de Alice, una mujer con la que convivió quince años antes. Alice vive en este pequeño pueblo y se enteró de que el gran actor estaba al lado. Ella sugiere verlo de nuevo. El reencuentro tiene lugar en un salón de té. El camarero puso música de fondo.

¡Qué idiota! La visión de Alba Rohrwacher, rubia florentina, de deslumbrante acento italiano, que oscila entre la reserva y la risa, es una sinfonía en sí misma. El actor vuelve a la vida. Ciertamente, él oculta su malestar bajo sonrisas, no le dice que acaba de montar la obra tan esperada, pero rompe la armadura. No tienen por qué volver a verse, se volverán a ver.

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Chabadabada, chabadabada… Sorprendente Stéphane Brizé que, después de las encarnizadas luchas de los trabajadores en las empresas, nos ataca como Claude Lelouch. Un hombre, una mujer y el incansable surf de las olas que nunca tendrán nada que ver con los estados de ánimo de dos pequeños paseantes de Sempé. La temporada baja sella el reencuentro de antiguos amantes. ¿La vida ha pasado, han nacido niños, las arrugas se han profundizado, los recuerdos se han suavizado y los arrepentimientos? A partir de este enhebrado de perlas, Brizé teje un melodrama de delicadeza de porcelana.

Filma a sus actores dando la sensación de no haber estado nunca allí con sus cámaras. Alba Rohrwacher y Guillaume Canet habitan sus papeles con una intensidad que conmueve. Estos dos reviven juntos pero lloran solos. Apresúrate. Se hablan sin decirse lo esencial, como si no fuera necesario romper este paréntesis. El interludio tiene aroma a un viaje en barco, a un almuerzo con vistas al mar, a una invitación a una boda donde bailamos lento como lo hacíamos a los 17.

Alice oculta sus heridas bajo una sonrisa educada, su antiguo compañero oculta las suyas con gran burla. Él es patético, lo sabe, pero ella tiene el arte de hacérselo olvidar. Sus caminos se vuelven a cruzar en esta estación balnearia desierta, con música de Vincent Delerm al unísono de sus sentimientos. Al final, está el mar y no hay escapatoria real. ¿Y ahora cómo lo hacemos? En el hotel recordaremos la estancia de este simpático actor que se fue con su maleta con ruedas, como Mr. Everyman.

La Nota de Fígaro: 3/4

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