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Jacques Weber y Kad Merad en Ruy Blas: et patatras!

Este artículo proviene de la Revista Figaro.

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Jacques Weber y Kad Merad en Ruy Blas: et patatras!

Este artículo proviene de la Revista Figaro.

Kad Merad inventa un nuevo tipo humano: el grande de la España de al lado. No estoy seguro de que Víctor Hugo se imaginara a este Don César frío y simpático, una especie de vagabundo atronador, jovial antisistema, caminando desde el escenario hacia la orquesta con bolsas de supermercado vacías en las manos. Pero ¿de qué serviría el tiempo transcurrido entre Víctor Hugo y hoy, si no pudiéramos aprovecharlo para liberarnos de su texto?

Jacques Weber es más clásico: realiza el acto bien ensayado del humanista de pergamino que se sacrifica para interpretar a un personaje bastardo –Don Salluste– para servir a su autor –Hugo– que no es más que justicia, generosidad, luz y progreso, como indicado en la “nota de intención”, un entusiasmo pontificante, que ofrece al público. Cuando Salluste-Weber se vuelve audible, lo que dura unos diez minutos, uno empieza a pensar que si estuviera interpretando a Dom Juan de Molière no sería muy diferente. Pone su juego en piloto automático y lleva a su personaje al lugar correcto, sin causar problemas.

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La dirección de Jacques Weber, que pretende romper los códigos, sólo se pone una audacia convencional y arquetípica. No es con botones, mostradores de hotel sobre ruedas, hombres de negro, pequeños números de baile y trajes ingleses demasiado cortos que vamos a llegar ahí. Con Hugo, el ejercicio de la dirección es muy difícil, porque hay que encontrar una fórmula que esté a medio camino entre ambientar a Shakespeare y convertirlo en un Feydeau. ¿Dónde está la síntesis entre drama y vodevil? Esta es la pregunta, que aquí queda sin respuesta, donde la impresión de revoltijos y el apilamiento de dispositivos desordenan en lugar de servir al texto.

Sin desanimarnos del todo, los dos protagonistas no nos convencen. Pero acabamos perdonándoles todo desde que reclutaron a Stéphane Caillard, que se pasea por la sala como la Reina de España que interpreta, de un modo que te haría convertirte en monárquico, si no lo fueras ya. Magnitud, finura, pasión: bajo sus alas rojas, lleva al firmamento a Ruy Blas, lombriz e impostor. Es a la vez feminista, princesa encaramada, amante incandescente, religiosa y amante. Es la mujer del siglo XIX, que despega tras los años de machismo revolucionario. Levitamos cuando ella juega, bajamos cuando ya no es suyo. Total: otra jugada dominada, y salvada, por una mujer poderosa.

Ruy Blas, según Victor Hugo, dirigida por Jacques Weber con él mismo, Kad Merad, Stéphane Caillard…, Théâtre Marigny (París 8), hasta el 29 de diciembre.

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