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Gilles-William Goldnadel: “Lo que revela el caso Mayotte”

Gilles-William Goldnadel es abogado y ensayista.

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Gilles-William Goldnadel: “Lo que revela el caso Mayotte”

Gilles-William Goldnadel es abogado y ensayista. Cada semana, descifra las noticias para FigaroVox.

Así, este gobierno, en violación de sus compromisos, ha pospuesto indefinidamente la ley para combatir la inmigración ilegal. El presidente encontraría el tema demasiado divisivo y el Primer Ministro afirma que no habría una mayoría parlamentaria para votar por él. Al mismo tiempo, el Ministro del Interior ve frustrada por la justicia y el Estado de las Comoras su determinación de enfrentarse de frente a la inmigración invasiva a Mayotte. Quiero mostrar aquí cuánto y cómo la ideología aún dominante paraliza la voluntad de un pueblo dominado y de un poder vacilante. Así, el tema de la inmigración ilegal y masiva sería el de la "escisión".

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Extraña división, mientras que la última encuesta de CSA muestra que el 82% de los franceses, tanto de derecha como de izquierda, piden una ley que favorezca la expulsión de inmigrantes ilegales. Difícil de hacer más consensual. A pesar de la descerebración de la cuarentena y del terrorismo intelectual intimidante moral e intelectualmente, los franceses, en su gran mayoría y como muchos pueblos europeos, constatan esta cruel realidad de que la inmigración desmedida e invasiva que se ha impuesto y que persiste irresistiblemente representa un peligro existencial para su seguridad, su prosperidad, así como, una palabra casi prohibida, su identidad cultural y nacional. Pero el presidente no se equivoca: el tema es divisivo.

Porque si la mayoría del pueblo se une en un frente de rechazo, permanece en silencio e inmóvil. Sólo un referéndum podría darle los medios para imponer su voluntad. Por otro lado, existe un poder mediático predominantemente inmigracionista. No tiene legitimidad, pero tiene la capacidad de impresionar al poder. El primer pilar del inmigracionismo es por tanto el de los medios de comunicación.

El segundo pilar está plantado en la calle en la que el extremo izquierdo tiene un hastial. He escrito varias veces en estas columnas que una de sus victorias habrá sido, en el contexto del debate sobre las pensiones, tan secundario frente al debate existencial sobre la inmigración, haber logrado imponer lo económico a lo social. También reproché a la mayoría silenciosa su pereza en marchar para imponer su voluntad. Pero, para ser justos, alegaré circunstancias atenuantes para ella, dada la capacidad del poder ideologizado de los medios de conducir la realidad a través de un prisma distorsionador. Entremos en detalle. Cuando una manifestación contra la reforma de pensiones sale mal, las acciones violentas de antifa no descalifican a los organizadores del movimiento de protesta y su causa. Supongamos que mañana se organiza una gran manifestación contra la inmigración ilegal por iniciativa de ciertos partidos políticos y asociaciones.

Está lejos de ser excluido, incluso es probable, que ciertos grupos xenófobos o racistas se inviten allí y que allí se puedan escuchar consignas desagradables. En vista de nuestra experiencia, no hay duda de que la ideología mediática dominante es capaz de desacreditar a los organizadores más inexpugnables. Es probable que esto desanime a los defensores más decididos de la libertad del pueblo para que demuestren su voluntad. Y por eso el poder de turno no se equivoca al temer la escisión de la minoría ruidosa menos legítima y no temer al pueblo silencioso bajo su yugo. A fortiori cuando su voluntad de luchar contra la inmigración ilegal es bastante relativa. Lo vimos en su mortinato proyecto de ley donde queriendo combatirlo débilmente, quiso, al mismo tiempo, regularizarlo -por lo tanto, legitimarlo a posteriori- con el oportuno pretexto de acudir en auxilio de oficios en tensión.

El tercer pilar del inmigracionismo es judicial. Vive en el Consejo de Estado, donde un ferviente y lírico promotor de la inclusión multicultural fue nombrado recientemente en un puesto estratégico. Permanece en el Consejo Constitucional, que creó de la nada el principio imaginario de la fraternidad para salvar el día a un Cédric Herrou que iba a buscar inmigrantes indocumentados al otro lado de la montaña. Y acabamos de verlo todavía trabajando en Mayotte para socavar el entusiasmo del Ministro del Interior. De hecho, es un ex vicepresidente del Syndicat de la magistrature quien abrió nuevos caminos como representante del poder judicial al suspender por razones abstrusas una decisión de la prefectura de destruir un barrio marginal ilegal, cuando claramente no se trataba de una prerrogativa del poder administrativo. tribunal.

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Para más detalles, remito a mi lector a la severa columna de Jean-Éric Schoettl en Le Figaro el 29 de abril, exsecretario general del Consejo Constitucional, cuya competencia en la materia es bien conocida. Probablemente sea una coincidencia cósmica que unas horas antes de esta extraña decisión, el Sindicato de la Magistratura hubiera publicado un comunicado de prensa manifiestamente más político que jurídico para decir todo el daño que pensaba de una acción gubernamental emprendida en Mayotte contra la inmigración ilegal, que sin embargo, cuenta con el apoyo de la gran mayoría de mahorais desesperados.

El cuarto y último pilar del templo inmigracionista es cultural e intelectual. Está enterrado en lo profundo del subsuelo del inconsciente de la extrema izquierda, pero por capilaridad y en vista del poder mediático de esta última, habrá contaminado más o menos todas las mentes. Nada mejor que ejemplos recientes: Así es el jefe de Mediapart, retransmitiendo una entrevista a un etnólogo publicada en Le Monde, que escribe en Twitter: “En Mayotte, los comoranos no son extranjeros y el gobierno se enfrenta a una sola población”. Y es el exministro Dominique Voynet quien, en la misma vena étnica, declara en CNews: “Debemos ofrecer a los mahorais un camino endógeno hacia el desarrollo”. Descifrando el impensado izquierdista: para los pueblos no blancos, el argumento étnico, nacional y cultural para mantener el desarrollo endógeno no tiene nada de indecoroso y menos nauseabundo.

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Pero, ¿por qué, salvo el racismo contra ellos, los franceses de la Francia metropolitana tampoco tendrían derecho a aspirar a emprender un camino endógeno cuando todavía hay tiempo? Antes parece el callejón sin salida de Mayotte.

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