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"En Conflans, la segunda muerte de Samuel Paty"

Paul Marion es presidente de la asociación Les Amis de Samuel Paty, residente de Conflans-Sainte-Honorine y ex alumno del colegio Bois d'Aulne donde enseñó Samuel Paty.

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"En Conflans, la segunda muerte de Samuel Paty"

Paul Marion es presidente de la asociación Les Amis de Samuel Paty, residente de Conflans-Sainte-Honorine y ex alumno del colegio Bois d'Aulne donde enseñó Samuel Paty.

Ningún monumento, ningún edificio, ninguna calle lleva el nombre de Samuel Paty en Conflans-Sainte-Honorine. Los funcionarios electos locales y los funcionarios universitarios han renunciado a defender la memoria del profesor asesinado por las mismas razones que los llevaron a abandonarlo antes de su muerte: no hacer olas.

Antiguo alumno del colegio de Samuel Paty y residente de Conflans, mi asociación Les Amis de Samuel Paty hace campaña desde 2021 para que el colegio de Bois d'Aulne lleve su nombre, con el apoyo de su familia. El homenaje parece tan obvio como sencillo de conseguir. Eso sin contar con la cobardía de los funcionarios que conocí: rector, alcalde, presidente del departamento, rector de la Academia de Versalles.

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Algunos afirman que cambiar el nombre de la institución es prematuro. Tal es el discurso del rector de la academia de Versalles. Se podía escuchar. Seguimos siendo más cautelosos cuando el rector se niega a tomar una posición sobre el proyecto para eventualmente cambiar el nombre de la universidad. Escuchando a su jefe de gabinete, los docentes no imaginan leer todos los días el nombre de su excompañero en la fachada del colegio. Hay que entender: llevar el nombre de un profesor decapitado sería vivido como "estigmatizante" para el estamento, según el brazo derecho del rector. La telefonista ya no puede concebir pronunciar “Samuel Paty college” veinte veces al día por teléfono. Como si su nombre le quemara los labios.

Algunos invocan el miedo, como el alcalde de Conflans-Sainte-Honorine Laurent Brosse. Sin embargo, el concejal de la ciudad se había manifestado a favor de cambiar el nombre del colegio en los días posteriores a la tragedia de octubre de 2020. En ese momento, la iniciativa fue propuesta muy oportunamente por Pierre Bédier, presidente del departamento de Yvelines. Hoy, ni el alcalde ni el presidente del consejo del condado se atreven a plantear el tema públicamente.

Colegas, equipos educativos, alcalde... Todos se complacen en su condición de víctimas, hasta olvidar al verdadero mártir: Samuel Paty. Sin embargo, sus padres instan al alcalde a cambiar el nombre de la universidad. Pero, ¿quién tiene realmente el control sobre esta decisión? El alcalde se refiere al departamento... que dirige al rector... que juzga que este es un asunto de Educación Nacional. En un colegio cuyos muros son administrados por el departamento, los libros por la región, los maestros por el Estado y la seguridad por el ayuntamiento, todos deciden todo pero nadie es responsable de nada.

Perdido en los meandros de la burocracia territorial, escribí al Ministro de Educación Nacional y al Presidente de la República. Estos últimos tienen la cortesía de responder pero el coraje de decir si, sí o no, este colegio debe llamarse “colegio Samuel Paty”. Según ellos, corresponde al director decidir. Lo cual cree que no le concierne. Volver al punto de partida.

Nadie parece comprender lo que está en juego en este asesinato, que va más allá de los muros de una universidad sin historia en un pueblo suburbano. Todo menos anecdótica, esta historia habla de la falta de determinación de los funcionarios electos locales para luchar contra el islamismo. Si cambiar el nombre de una universidad resulta tan desalentador, ¿qué pasa con los pasos mucho más impopulares que deben tomarse?

El argumento de la impopularidad no se sostiene. Con la excepción de algunos padres de estudiantes fríos, la gran mayoría de los residentes de Conflan están sorprendidos y molestos de que el establecimiento no haya cambiado de nombre. Una petición en este sentido ya ha recogido más de 100.000 firmas.

Detrás de los discursos sobre los “valores”, siempre esgrimidos, nunca definidos, la muerte de Samuel Paty ha petrificado las voluntades. El engranaje descrito por Stéphane Simon en Los últimos días de Samuel Paty se replica tras su muerte, sobre un tema tan inofensivo como el homenaje. Cada uno dimite en su propia escala. Y la suma de mil pequeñas renuncias produce un inmenso drama.

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