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El regreso de Nigel Farage: el síntoma de una democracia británica incapaz de afrontar el problema de la inmigración

François-Joseph Schichan es ex diplomático, consultor en geopolítica y asuntos europeos en la consultora Flint Global.

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El regreso de Nigel Farage: el síntoma de una democracia británica incapaz de afrontar el problema de la inmigración

François-Joseph Schichan es ex diplomático, consultor en geopolítica y asuntos europeos en la consultora Flint Global.

Mientras el Reino Unido se prepara para las elecciones generales de este año, el regreso de Nigel Farage es motivo de gran preocupación para los líderes políticos, especialmente dentro del Partido Conservador. Frente a un gobierno conservador debilitado y desacreditado después de casi 14 años en el poder, Nigel Farage percibió una oportunidad. Su partido, Reform UK, tiene un 10% en las encuestas de intención de voto, empatado con los Demócratas Liberales, suficiente para perturbar el juego político.

Nigel Farage ha formado parte de todas las grandes batallas políticas de los últimos veinte años en el Reino Unido: la campaña contra el euro a principios de la década de 2000, la lucha contra el establishment en Londres, la campaña a favor del Brexit en 2016. ha elegido la cuestión de la migración como su nuevo caballo de batalla. En todos estos temas, está cambiando las líneas y poniendo a la defensiva a los políticos tradicionales, en particular al Partido Conservador.

Su éxito se nutre de los fracasos del personal político tradicional. Se basa en las fracturas de la sociedad británica que otros partidos políticos pretenden ignorar, particularmente en cuestiones de migración. El fracaso del actual gobierno conservador en este tema es total, a pesar de las promesas del Brexit: la inmigración legal neta alcanzó una cifra récord de casi 700.000 personas en 2023, y el gobierno está luchando por imponer su plan para procesar las solicitudes de asilo en Ruanda. Nigel Farage también se basa en el resentimiento de una gran parte de la sociedad británica contra el wokismo –cuyos estragos dentro del sistema universitario son incluso más significativos que en Francia– y los costos de la transición ecológica.

Hoy, Nigel Farage ha vuelto y supone una amenaza para los conservadores a pocos meses de las elecciones generales. Y a diferencia de las elecciones de 2019 donde se retiró para dejar el campo abierto a Boris Johnson, esta vez no tiene intención de dar un paso al costado. Todavía no ha decidido cómo participará: si como candidato parlamentario o como simple enlace político y mediático. En cualquier caso, tendrá una influencia determinante en el rumbo de la campaña y en el resultado de las elecciones al devorar a una parte del electorado conservador. El Partido Laborista podría beneficiarse de ello, aunque también teme el terreno en el que Farage pretende situar la campaña electoral dada su influencia en la opinión pública.

El principal obstáculo para las ambiciones políticas de Nigel Farage es el sistema electoral británico y su sistema de mayoría absoluta, que favorece a los dos partidos principales. Sin representación proporcional, Reform UK tiene muy pocas posibilidades de ganar siquiera un solo escaño en las elecciones generales, incluso si Farage se presenta él mismo.

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La otra debilidad de Nigel Farage y su partido es que realmente no tiene una base ideológica. Su partido opera como una empresa privada de la que es el principal accionista. Es un disruptor sin programa y marcado por contradicciones. Sus instintos en política económica son libertarios, pero no en materia de migración. Nada sobre servicios públicos, sistema sanitario o educación. No mucho sobre el problema de la inflación. Esto lo coloca en desacuerdo con las prioridades de su electorado objetivo, el de las clases trabajadoras del norte de Inglaterra.

El destino político personal de Nigel Farage importa poco. Su regreso al primer plano es sobre todo un síntoma de una democracia británica que está perdiendo fuelle e incapaz de abordar problemas como la inmigración. Su regreso demuestra también que, aunque el Partido Laborista está en buena posición para ganar las próximas elecciones, la marea a favor de la derecha y la extrema derecha europeas también afecta al Reino Unido. Sus vínculos con Donald Trump sugieren que importará al Reino Unido y a Europa los temas y métodos de la campaña presidencial estadounidense que comienza. Por todas estas razones, los políticos británicos deberían tener cuidado de no subestimar a Nigel Farage.

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