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El llamamiento de Jean-Michel Blanquer contra el riesgo de fragmentación de la República

¿Un “laboratorio de la República”? Aunque conocemos el think tank creado por Jean-Michel Blanquer durante su último año en la rue de Grenelle, su nombre resuena de forma extraña en la recepción del Hôtel de l'Industrie, en el sexto distrito de París.

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El llamamiento de Jean-Michel Blanquer contra el riesgo de fragmentación de la República

¿Un “laboratorio de la República”? Aunque conocemos el think tank creado por Jean-Michel Blanquer durante su último año en la rue de Grenelle, su nombre resuena de forma extraña en la recepción del Hôtel de l'Industrie, en el sexto distrito de París. Imaginamos un encuentro de alquimistas del laicismo, de laboratoristas del bien común; En cualquier caso, es difícil entender cómo un objeto del tamaño de “la República” puede pasar bajo la lente de un microscopio. Para explicarlo ante una asamblea cautivada, el ex ministro de Educación Nacional y Benjamín Morel, profesor de derecho público, se reunieron el miércoles por la tarde.

Precisamente porque la palabra República ha perdido su sustancia, Jean-Michel Blanquer se propuso examinarla con un bisturí. El también licenciado en derecho público sugiere un método sencillo: partir de los textos. Del texto de la Constitución en este caso, y de su artículo primero, primera frase: “Francia es una República indivisible, laica, democrática y social”. Cuatro adjetivos que, explica, deberían ayudarnos a captar los contornos de este ideal. Como era de esperar, nos centraremos en el primero de ellos.

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La observación de Jean-Michel Blanquer es sencilla: "La gente se manifiesta para que la República sea democrática, más aún para que sea social, algunos para defender el laicismo, pero nadie se manifiesta por la indivisibilidad". Los partidarios de la República indivisible son invisibles. ¿Quizás porque el adjetivo más olvidado es también el más abstruso? Hablemos más bien de descentralización, de regionalismo, de fragmentación, de secesionismo, e inmediatamente veremos las cosas con mayor claridad.

Para iniciar la discusión, el Laboratorio de la República se puso bajo los auspicios de dos Jean-Pierres. Uno, Raffarin, encarna la descentralización; el otro, Chevènement, siempre se ha presentado como garante de la indivisibilidad de la República. El primero tuvo lugar en Matignon durante la reforma constitucional que estableció la “organización descentralizada” de la República y se dirige a la asamblea en un breve vídeo para defender sus principios originales: “descongestionar el sistema de 'Estado', 'permitirle redescubrir su visión del futuro". A continuación, Joachim Le Floch-Imad, director de la Fundación Res Publica, lee un mensaje de Jean-Pierre Chevènement. "La ley es igual para todos, desde Ajaccio hasta Dunkerque", afirma el ex ministro, criticando a los separatistas que "van tras la exaltación de Maurras de las provincias del Antiguo Régimen".

Aquella noche Córcega estuvo en boca de todos. Porque la Isla de la Belleza es, de hecho, el lugar donde la amenaza de fragmentación es más palpable. Desde que Emmanuel Macron prometió a los corsos “autonomía en la República”, el riesgo de fragmentación se ha vuelto repentinamente real. Todos los ex ministros que hablaron esa noche votaron por el actual presidente en 2022; Chevènement, Raffarin y Blanquer pidieron luego a Emmanuel Macron que respondiera por los principios de la República. La reunión del miércoles por la tarde fue para ellos un punto de avance “para ver si está bien consolidado”, explica Jean-Michel Blanquer.

Los resultados son mixtos. Benjamín Morel, autor de La Francia en ruinas: los regionalismos, el otro separatismo, algo sabe de ello. “Lo que pasó en Ajaccio no es un tema corso”, explica, señalando la espiral en la que ha metido el dedo Emmanuel Macron. Mañana los alsacianos pedirán el mismo estatus que los corsos, que también miran hacia Nueva Caledonia, resume. Tantas aspiraciones de diferenciación que amenazan la unidad del derecho, la igualdad de los ciudadanos y promueven el comunitarismo. Porque, añade Jean-Michel Blanquer, también hay que invocar la indivisibilidad de la República frente al ascenso del islamismo político.

No nos equivoquemos: el Laboratoire de la République no pretende ser un resurgimiento del Club Jacobino. Allí no se ridiculizan las identidades regionales; La abuela de Benjamín Morel hablaba occitano, el rector Blanquer defendió las lenguas amerindias cuando ofició en Guyana. Pero hoy “todas las identidades están magnificadas excepto la de Francia”, lamenta el ex ministro. “Somos hijos mimados de la República, ya no vemos lo que nos ha traído”, prosigue. Y en un momento en que sus adversarios ganan terreno y obtienen victorias, llama a “dar vida a la República en las vidas y en los corazones”.

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