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El 1 de mayo de 1892, Le Figaro contó "El infierno del capital"

Más de un siglo antes de diseccionar el fenómeno de las cazuelas, Le Figaro ya miraba la paleta muchas veces de tumultos militantes.

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El 1 de mayo de 1892, Le Figaro contó "El infierno del capital"

Más de un siglo antes de diseccionar el fenómeno de las cazuelas, Le Figaro ya miraba la paleta muchas veces de tumultos militantes. El 1 de mayo de 1892, el diario publicó un "suplemento excepcional" bastante especial por el Día del Trabajador. Titulado Le Figaro-Graphic, este número gratuito (que se puede consultar en Gallica, la biblioteca digital de la BNF) pretende, según admite Antonin Périvier, entonces codirector y secretario de redacción del diario, dar a conocer a sus lectores "la propaganda socialista y la imaginería "popular" o incluso "revolucionaria" que anima el campo obrero.

Tal vez enamorado de esta melodía popular, un verdadero "éxito" de finales del siglo XIX, el ex codirector de Le Figaro empuja los límites para reproducir, en la página 3, el texto de La Chanson du 1er mai, de Charles Gros. Esta es la última versión de moda de la Canción de los trabajadores de Pierre Dupont. Los suscriptores del periódico descubren así unos versos despiertos en lugar de foros opuestos a la jornada de ocho horas. “El capital está haciendo un infierno / De este pobre mundo en el que estamos”, golpean así dos líneas. "Y en la frente nos golpea el viento / La gran emoción de la bandera roja", afirman otros dos.

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Fundador del suplemento literario de Le Figaro y Le Figaro illustré, Antonin Périvier no se entrega a la simple coquetería editorial con este suplemento. Escudriña un fenómeno todavía nuevo de la sociedad: las canciones del Primero de Mayo que florecen y se difunden, a partir de 1890, a raíz del Día de los Trabajadores.

Esta práctica creativa es parte de una larga tradición de canciones revolucionarias, desde La Marsellesa a La Carmagnole, desde la Hora de las Cerezas hasta la Bandera Roja. "Estas canciones de mayo no son 'armas de propaganda', a menudo juegan el papel de revelar las aspiraciones y sensibilidades populares, en su diversidad y su evolución", escribió en 1981 el historiador del movimiento obrero Robert Brécy, en un artículo en la Revue d'Histoire Moderne et Contemporaine.

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Para perfeccionar la cultura de los lectores de 1892, Le Figaro-Graphic también dedica buena parte de sus páginas a una “muestra” de viñetas de prensa socialista. Un extracto traducido de un panfleto holandés se jacta, con la ayuda de los cerdos, de la sana justicia de la república social sobre otras formas de gobierno, incluida la república burguesa dominada por la libre competencia.

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Otro dibujo, esta vez español, ilustra la huelga de los mineros vascos de los años 1890-1892. Cuerpos en pugna, vestidos con harapos y armados con cachivaches, se precipitan furiosos desde un yacimiento minero hacia la radiante Bilbao. “Ya no es el idilio. Es un dibujo real de la guerra social”, comenta Antonin Périvier.

En medio de un pánico anarquista que culminará en Francia con el asesinato del presidente Sadi Carnot en 1894, Le Figaro alertó contra los movimientos sociales, especialmente las jornadas del Primero de Mayo. La víspera, el diario evoca el Día del Trabajo que se perfila como “el día del gran paro” y una “farsa”. Se despliega un importante dispositivo no policial, sino militar (“el 6º coracero custodiará el Elíseo; el 27º dragón el Ministerio del Interior; el 28º dragón el Palais Bourbon”).

El Día D, sin embargo, la última página de Le Figaro-Graphic dedica sus columnas e impresiones a otro evento de actualidad. “Es el día de las manifestaciones anarquistas. Pero también es el día del Salón”, firma Claire de Chancenay, quien asume que prefiere “mucho, entendemos, la tertulia a las emociones de la calle”. Divertido paso a un lado. En el periódico del 2 de mayo, el editor en jefe Francis Magnard observa que "el Primero de Mayo terminó sin incidentes". El Figaro-Graphic ya había dado bastante que ver.

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