"¡Guau!", el público solo tiene esta palabra en la boca tras el desfile de alta costura de Valentino el miércoles por la tarde. "Nunca me pasa, pero no hay nada que no me haya gustado", dice nuestro vecino. En resumen, Pierpaolo Piccioli lo ha logrado. Sin embargo, no se ganó. Para algunos, se necesitaron más de dos horas desde París, debido a los atascos de tráfico, para llegar al Château de Chantilly, donde el director artístico de la más parisina de las casas italianas, invitó a sus invitados, al frente de los cuales la nueva musa Florence Pugh, Baz Luhrmann y Donatella Versace.
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Una larga fila de cubos se ha dispuesto alrededor de la fuente en los jardines Grand Condé. Entre perro y lobo, la primera modelo, Kaia Gerber con una gran camisa blanca de popelina de algodón mal metida en unos vaqueros bordados con cuentas de vidrio trampantojo, desciende la majestuosa escalera al pie de la estatua de la condestable Ana de Montmorency. La frágil voz de Anohni (ex-Antony and the Johnsons) termina de crear el ambiente. Un momento suspendido, como siluetas. El bustier frondoso de un vestido drapeado en muselina lila unida por arte de magia, las fundas sublimes en crepé marroquí, terciopelo de seda y otros satenes se alinearon en la pasarela. Como es habitual, la paleta del modisto va desde los beiges más discretos hasta los azules más intensos, necesariamente el rojo Valentino, el fucsia, el rosa fluorescente, el verde esmeralda. El look es elegante y casi informal. En los vestidos ligeros, como el que lució la italiana Vittoria en la última visita (77 todos iguales), PP ha añadido pequeños bolsillos en la muselina de seda que lo cambian todo.
“Olvídate de la técnica para quedarte solo con la emoción y la magia de la alta costura como si estuviéramos despojando a un castillo de sus atributos reales para redescubrir la arquitectura, resume al final del desfile. No creo que la belleza de la alta costura no resida en el exceso y la opulencia sino en la sencillez". Tuvo éxito. Al final, el diseñador de bata blanca aparece rodeado de las cien manitas de su taller. “Esta noche, aunque estamos en un castillo, no hay rey ni príncipe. Sólo los seres humanos. Juntos hicimos esta colección”. Ovación de pié.
