El tubo más largo de Europa destinado a probar la tecnología de trenes Hyperloop se inaugura este miércoles en los Países Bajos, y los operadores esperan que algún día los pasajeros puedan ser transportados de Ámsterdam a Barcelona en unas pocas horas. En un centro ferroviario en desuso cerca de Veendam, en el norte del país, hay un elegante tubo blanco en forma de Y de 420 metros de largo, compuesto por 34 tubos interconectados de aproximadamente 2,5 metros de ancho. El Hyperloop, un concepto de tren muy rápido levitado magnéticamente, consiste en hacer circular cápsulas presurizadas sostenidas en el aire por imanes, en un tubo de baja presión, a una velocidad que podría alcanzar los 1.000 km/h. Después de doce años de investigación, el medio de transporte futurista desempolvado en 2012 por Elon Musk lucha por hacerse realidad, aunque varias empresas siguen trabajando en el tema.
El Centro Europeo Hyperloop en los Países Bajos es la única instalación en el mundo con un "cambio de pista", un tubo que se extiende desde la pista principal, para probar qué sucede cuando una cápsula cambia de trayectoria a gran velocidad. Esta bifurcación es "necesaria para crear una red", una parte de la infraestructura va "por ejemplo hacia París y la otra hacia Berlín", explica Sascha Lamme, director del centro. Sascha Lamme prevé una red de 10.000 kilómetros de tubos Hyperloop que atravesarán Europa de aquí a 2050. "Si nos fijamos en cómo se han desarrollado las autopistas a lo largo del tiempo, la evolución será exponencial cuando la tecnología esté lista", señala.
“Hemos creado algo muy escalable. Puede pasar muy rápido. Por tanto, debería ser posible entrar en una estación de tren de Ámsterdam y llegar a una ciudad como Barcelona en dos horas”, destaca Sascha Lamme. “Es como volar, pero sin complicaciones”, afirma. La empresa holandesa Hardt Hyperloop tiene previsto realizar las primeras pruebas con cápsulas en las próximas semanas. El centro está abierto a empresas que desarrollen cualquier aspecto de la tecnología Hyperloop. Sin embargo, los científicos admiten que todavía les queda un “largo camino” por delante y que todavía están lejos de realizar pruebas con pasajeros. Estas pruebas a gran escala deberían ser posibles en 2030, estima Sascha Lamme, probablemente en un corto viaje de unos cinco kilómetros, desde un aeropuerto hasta una ciudad, por ejemplo.
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Elon Musk ha planteado la idea de que un tubo Hyperloop podría conectar San Francisco con Los Ángeles en unos 30 minutos, en comparación con un viaje de seis horas o una hora en avión. Desde entonces, varias ciudades de todo el mundo se han embarcado en proyectos de investigación que cuestan millones de euros, pero ninguna línea operativa ha visto la luz. Sin embargo, los científicos no tiran la toalla. China dispone de instalaciones largas capaces de alcanzar velocidades de casi 700 km/h, indica Sascha Lamme. Los partidarios del Hyperloop aseguran que no produce contaminación ni ruido y se integra con el entorno, tanto urbano como rural.
"El consumo de energía del Hyperloop como medio de transporte es mucho menor" que otros, observa Marinus van der Meijs, director de tecnología e ingeniería de Hardt Hyperloop. "También requiere menos espacio para funcionar porque tenemos estos tubos que pueden colocarse fácilmente bajo tierra o en lo alto", afirma. Los críticos del Hyperloop dicen que es una quimera y que no es seguro que un pasajero aprecie ser impulsado a través de un túnel estrecho a una velocidad cercana a la del sonido. Pero, según Marinus van der Meijs, la sensación de aceleración no debería ser muy diferente a la de un tren de alta velocidad.
“Los pasajeros irán más rápido, pero todo depende de las fuerzas. Es como un avión. Cuando está en el aire y viaja a una velocidad constante, no lo sientes”, explica. "Nos aseguraremos de que el viaje sea muy cómodo", promete Sascha Lamme, imaginando "una cápsula con un bonito techo que posiblemente represente estrellas o un hermoso día soleado".
