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Francia-Italia: los favoritos y favoritos de nuestro corresponsal especial

FAVORITOS.

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Francia-Italia: los favoritos y favoritos de nuestro corresponsal especial

FAVORITOS

Sus dos entradas durante el partido dejaron entrever el potencial. Esta vez lanzado desde el principio, el fenómeno de 19 años no defraudó. Con sus 149 kg, empujando contra las nalgas de los 147 de Atonio, Posolo Tuilagi hizo daño en el eje derecho del scrum francés. Era esperado. Con el balón en la mano, también avanzó: 14 metros ganados en seis cargas. Pero también ayudó a sus compañeros a ganar, como cuando agarró a Cyril Baille en contacto (22º). Con su masa, incluso rompió la línea y estuvo muy cerca de anotar su primer try en azul (36º). Pero el jugador de Perpignan también se impuso por su facilidad con el balón en las manos. Jugador de las Islas (Samoa en su caso), el heredero de la dinastía Tuilagi sabe sacar en un paso, o a la espalda, o tras el contacto. Lo cual logró seis veces.

El intento italiano de igualar, en el minuto 70, lo firmó el inevitable Ángel Capuozzo. Apenas utilizado hasta entonces, el jugador del Toulouse no tardó en aplastar su undécimo balón en 18 selecciones. Buen ratio para la zaga de la Squadra Azzurra que suele ser decisivo para su equipo, como en las hazañas contra Gales o Australia.

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Golpes de garra

Fabien Galthié tenía razón al lamentar la diferencia, al final del primer tiempo, entre las halagüeñas estadísticas de posesión y ocupación de los Bleus y la mala actuación: 10 puntos anotados, incluido un solo try (y de nuevo, la decisión del árbitro de concedérselo a Ollivon fue generoso…). Con más de 20 defensores derrotados (33 en total), el marcador debería haber aumentado. Sí, pero ahí lo tienes, en la columna menos encontramos veinte balones perdidos por pases adelantados, manos sudorosas, rucks mal controlados o incluso juegos de pies imprecisos. Una auténtica masacre de oportunidades. Los italianos no pidieron tanto. Y los pobres espectadores se preguntan dónde se esconde de nuevo este sinvergüenza French Flair, cuyo regreso alabamos hasta hace poco.

Antoine Dupont en las sesiones de atletismo con un balón ovalado en Canadá y Grégory Alldritt la sutura en el aún frágil muslo, la capitanía había recaído en Charles Ollivon, interino oficial de la función desde hacía dos años. El gran Carlos ha demostrado su talla como líder en el pasado. No en Lille. También lo admitió implícitamente: “Nos sentimos fuertes en las pelotas llevadas, en los scrums y quizás insistimos demasiado en estos sectores. (…) Esta impresión de dominio físico al frente quizás fue una mala impresión. Probablemente pescamos un poco en la proporción adecuada..." Es decir, no supo frenar a sus delanteros que querían romperlo todo para animar a sus tres cuartos a variar más el juego. Alldritt, responsable de llevar el tee y unas refrescantes bebidas el domingo en el estadio Pierre-Mauroy tal vez deberían haberlo dejado boquiabierto. Pero los Toulonnais no son los únicos responsables de esta falta de liderazgo. Los garantes del partido, Maxime Lucu y Matthieu Jalibert, no pusieron de su parte. No supo hacer valer su autoridad decidiendo jugar de esta manera y no de otra. Para una sensación desagradable de pollos sin cabeza que prefieren tirarse pedos en la puerta antes que atravesar las ventanas abiertas, corriendo por todas partes pero sin ritmo, una suma de partituras individuales para una cacofonía por falta de director(es).

Este problema sin duda está ligado a los anteriores. Errores que generaron una frustración creciente, entre el deseo de realizar su acto para compensarlo y la necesidad de hacer pagar por sus errores al rival italiano que, sin embargo, no tuvo nada que ver. Y ningún general que ordenara a su tropa giratoria que detuviera toda esa mierda. Resultado. Doce penaltis encajados y una nueva tarjeta roja. Está empezando a sumar mucho solo para este torneo: amarillo y luego rojo para Willemse contra Irlanda; amarillo (muy naranja) para Atonio en Escocia; Roja en bunker para Danty contra Italia. “Todas estas casillas no nos ayudan”, confirma lógicamente Fabien Galthié. Claramente nos ponen en dificultades al alterar nuestro equilibrio. En estos fallos (contactos elevados) trabajamos mucho en la posición del cuerpo para evitarlos”.

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