Al menos una persona murió y otras 21 -incluidos nueve niños- resultaron heridas por disparos el miércoles 14 de febrero durante el desfile en Kansas City que celebraba la victoria de los Chiefs en el Super Bowl, dijeron autoridades de la ciudad de Missouri, en el centro de Estados Unidos. Al menos nueve víctimas sufrieron heridas graves, indicó a la AFP un responsable de los bomberos.
Stacey Graves, jefa de policía de Kansas City, dijo durante una conferencia de prensa que se habían identificado 21 personas, pero que su número podría cambiar. Decenas de miles de personas celebraron a los Chiefs, que desfilaron por las calles de Kansas City para celebrar su victoria el domingo en el Super Bowl, la misa mayor anual del fútbol americano. La tradicional fila de autobuses de dos pisos avanzó por Grand Boulevard hacia Union Station, donde tuvo lugar el tiroteo cuando el desfile llegaba a su fin. El tiroteo tuvo lugar cerca del estacionamiento de la estación y tres personas fueron arrestadas, anunció la policía. Entre los detenidos se encuentra un hombre que vestía un chándal rojo, según periodistas de la AFP.
"Pensé que eran fuegos artificiales", dijo John O'Connor al Kansas City Star, explicando que escuchó "entre 15 y 20 disparos en un corto período de tiempo". Los agentes del orden se desplegaron en gran número en el lugar, protegidos por cordones amarillos característicos de las escenas de crímenes en Estados Unidos. Patrick Mahomes, el mariscal de campo estrella de los Chiefs, dijo "recen por Kansas City" en una publicación en X. Los Kansas City Chiefs condenaron en un comunicado de prensa un "acto de violencia sin sentido". Según el alcalde de Kansas City, Quinton Lucas, las autoridades han estado en contacto con la Casa Blanca, que ha ofrecido asistencia federal. Este último precisó que el presidente Joe Biden había sido informado de la situación.
Estados Unidos está pagando un precio muy alto por la proliferación de armas de fuego en su territorio y la facilidad con la que los estadounidenses tienen acceso a ellas. El país tiene más armas individuales que personas: uno de cada tres adultos posee al menos un arma y casi uno de cada dos adultos vive en una casa donde hay un arma presente.
La consecuencia de esta proliferación es la altísima tasa de muertes por armas de fuego en Estados Unidos, incomparable con la de otros países desarrollados. Alrededor de 49.000 personas murieron por disparos en 2021, frente a las 45.000 de 2020, que ya fue un año récord. Esto representa más de 130 muertes por día, más de la mitad de las cuales son suicidios. Sin embargo, son los tiroteos masivos los que más destacan, al tiempo que ilustran la división ideológica que separa a conservadores y progresistas sobre la cuestión de cómo prevenir tales tragedias.
De hecho, la historia reciente de Estados Unidos está salpicada de asesinatos, sin que ningún lugar de la vida diaria parezca seguro, desde el negocio a la iglesia, desde el supermercado a la discoteca, desde la vía pública al transporte público. Entre todas estas masacres, algunas perpetradas en las escuelas conmocionaron especialmente a la opinión pública, como la perpetrada en 2012 por un psicópata en una escuela primaria de Connecticut, durante la cual fueron asesinados 20 niños de 6 y 7 años.
El Congreso de los Estados Unidos no ha adoptado una legislación ambiciosa y muchos funcionarios electos están bajo la influencia de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA), el principal lobby armamentista estadounidense. De hecho, en un país donde millones de estadounidenses consideran la posibilidad de poseer un arma de fuego un derecho constitucional fundamental, los únicos avances legislativos recientes siguen siendo marginales, como la generalización de los controles de antecedentes penales y psiquiátricos, sobre todo en la compra de armas.
