Stefano Pilotto es doctor en historia de las relaciones internacionales y profesor de la MIB School of Management de Trieste.
Las nuevas amenazas geopolíticas causadas por las crisis regionales en toda Europa parecen alentar al gobierno italiano a desarrollar su política exterior. El amplio apoyo del parlamento italiano a la participación del país en la misión Aspide de la Unión Europea en el Mar Rojo es un indicador convincente. La marina italiana, a través del destructor Caio Duilio, está presente desde hace varios días frente a las costas yemeníes para proteger a los buques mercantes que abastecen a Europa de los ataques de los hutíes.
La cuestión económica es crucial y justifica esta misión defensiva. El daño a las relaciones diplomáticas causado por las crisis en Ucrania y Medio Oriente ha dificultado el comercio y ha encarecido el transporte. La amenaza de los hutíes respaldados por Irán en el Mar Rojo ha requerido la búsqueda de rutas más largas y seguras, como circunnavegar África, así como la búsqueda de nuevos destinos finales. Según un directivo del grupo italiano Grimaldi (grupo de transporte marítimo), el puerto de Trieste perdió el 25% en volumen de su actividad, a raíz de las complicaciones existentes en el Mar Rojo. El puerto de Livorno perdió el 35% en volumen de su actividad por las mismas razones: los buques mercantes evitan África para evitar riesgos en el Mar Rojo y por tanto entregan sus mercancías a Burdeos, Rotterdam o Hamburgo, para terminar sus viajes en Nápoles, Marsella, Génova, Livorno, Atenas o Trieste.
Los problemas geopolíticos en el Mar Rojo y el Mar Negro han provocado cambios en los métodos de suministro, así como en la elección de rutas terrestres y marítimas. Varias empresas europeas se ven obligadas a posponer su producción final tras los retrasos en la llegada de las materias primas a su destino. El gobierno de Giorgia Meloni es consciente de esta amenaza y quiere reaccionar con el apoyo de la oposición de centroizquierda. Tampoco hace falta decir que la misión Aspide se enmarca en el debate sobre el fortalecimiento de la identidad europea de defensa; un tema que lleva mucho tiempo escondido en los armarios de la Unión Europea y que siempre estará condicionado por el peligro del dualismo en relación con la OTAN.
Los intereses económicos, sin embargo, no representan la única preocupación del gobierno italiano, ya que también surge la cuestión de la estabilidad política interna. La presidencia del G7 también requiere esfuerzos considerables por parte de Giorgia Meloni para el año 2024. Las elecciones regionales, así como las europeas, serán, por tanto, buenos indicadores para afirmar - o refutar - la solidez y el equilibrio entre las fuerzas políticas. que conforman la mayoría gubernamental. La reciente victoria del centro izquierda en las elecciones regionales de Cerdeña ha reforzado la animosidad dentro de la mayoría, haciendo sonar las alarmas políticas. Las próximas elecciones regionales en Abruzzo podrían confirmar las preocupaciones de la coalición de derecha. Pero también podrán validar la fundación de los partidos Fratelli d'Italia, Forza Italia y Lega, que ya están muy comprometidos en la campaña electoral. Las elecciones del 8 y 9 de junio medirán la popularidad de la que goza el gobierno de Giorgia Meloni, tras veinte meses de trabajo.
Una parte importante del prestigio del Primer Ministro dependerá de su presidencia del G7 durante 2024. Entonces, ¿cómo podemos relanzar el G7? ¿Cómo incluirlo en un marco más general, asociándolo a otras iniciativas adoptadas recientemente por Italia, como el “plan Mattei” para África? La diplomacia italiana parece querer innovar en África, en particular profundizando sus relaciones con determinados países africanos, inspirándose en la concepción de las relaciones interestatales de Enrico Mattei en los años 50. Si esta iniciativa podría generar tensiones con Francia - París desea mantener las relaciones con la primera colonias-, debemos alentar a la pareja franco-italiana a convertirse en pilares de la UE, sobre la base del Tratado Quirinal. La preocupación por una Europa estable y fuerte debe primar para hacer frente a las crisis que amenazan la paz y la recuperación económica. Y el sistema de seguridad marítima desplegado en el Mar Rojo parece ir en esa dirección.
