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Nuestra reseña de Viajar en pijama: viaje de ida por amor

Como es así, se marcha.

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Nuestra reseña de Viajar en pijama: viaje de ida por amor

Como es así, se marcha. Su esposa lo engaña. No le da mucha importancia. Paul-Émile, conocido como Victor, se sube a su bicicleta y sigue a la mujer de su rival por los caminos de Compostela. Que vivan los años sabáticos, parece decir este profesor de literatura delicadamente encantador. Francia se está convirtiendo en un patio de recreo. Es un cambio desde la escuela secundaria. La provincia hay que recorrerla por todos los medios posibles e imaginables, bicicleta (ya mencionada), TER, Vespa e incluso barcaza.

El viaje permite al héroe encontrar una serie de conquistas anteriores. Creemos que se separó por desconsideración. No quiso decir nada malo. Te esperan sorpresas. Nos encontramos con un aprovechado de la SNCF amablemente regañado por el interventor, con una pareja de lesbianas que desean tener un hijo, con un profesor convertido en ladrón de personalidades. Anny Duperey ensaya su funeral. Louis-Do de Lencquesaing, muy celoso, se consuela con Les Contrebandiers de Moonfleet.

Deambula, deambula, zigzaguea. Este elogio de lo inesperado constituye un elogio del aperitivo, de los encuentros casuales, de una cierta dulzura de la vida. La despreocupación reina en esta columna que mezcla citas de Renoir (Auguste) y Buzzati (Dino), comidas de borrachos y discusiones desencantadas. Hay un olor a vacaciones prolongadas. Aquí está prohibido el esfuerzo. Vemos Escarabajos descapotables, casas que parecen sacadas de la casa de la condesa de Ségur, trenes eléctricos, besos furtivos que tienen sabor a pasado desaparecido. Literario y bondadoso, Pascal Thomas practica el cine ausente. Hace sus compras a diestro y siniestro, una flecha en todos los sentidos, sacudiendo la inercia de la vida cotidiana, vertiendo fantasía en la banalidad de los días. Este director siempre ha pasado de moda. Así te conviertes en un clásico.

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Hay algo terriblemente francés en este paseo que ilustra la máxima de Chardonne: “El amor es mucho más que amor”. Los guiños abundan: el juicio a las ex prometidas recuerda a Decepción, de Philip Roth. Alexandre Lafaurie aprovecha al máximo su conmovedora figura de jugador de baloncesto. A nadie le sorprenderá que entre los exploradores su tótem fuera el Útil Pinson (otra versión: Bold Rooster). Barbara Schulz está en llamas. Pierre Arditi refunfuña en latín. Hippolyte Girardot es sorprendido con las manos en la masa (traducido: pantalones alrededor de sus tobillos).

La película es alegre como una canción de Trenet, ligera como un poema de Paul-Jean Toulet. Esta ligereza, esta alegría son pecados imperdonables. El Viaje en Pijama es fresco, natural, animado como un jugador de rugby, evidente como un recuerdo de la infancia. Francia, como sabemos, es una tierra de grandes vinos. También hay vinos locales. Están hechos a la antigua usanza y destinados a verdaderos diletantes. El Thomas 2024 debería disfrutarse sin demora. Es una película sobre la sed. Bebemos primavera en enero.

La opinión de Le Figaro: 3/4

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