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Frente a Macron-Júpiter, ¿cómo puede Gabriel Attal afirmarse como un buen número 2?

Pierre-Emmanuel Guigo y Warren Pezé son profesores de historia en Paris-Est Créteil.

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Frente a Macron-Júpiter, ¿cómo puede Gabriel Attal afirmarse como un buen número 2?

Pierre-Emmanuel Guigo y Warren Pezé son profesores de historia en Paris-Est Créteil. Próximamente publicarán Ser el número dos (Presses Universitaires Rennes), una obra colectiva dedicada a los segundos en política.

El nombramiento de Gabriel Attal ha sido calificado de exitosa operación de comunicación que reactiva un segundo mandato de cinco años ya agotado. Como en los primeros días de Emmanuel Macron, destacamos la juventud, la energía incansable, las cualidades “extraordinarias” del nuevo primer ministro. La revista Le Point no dudó en titular "Monsieur le Dauphin", como si Emmanuel Macron hubiera nombrado a un sucesor que es al mismo tiempo su doble. Su perfil de “meteoro” contrasta con la mayoría de los invitados de Matignon, que encarnaban más discretamente el “deber de lo gris” querido por Michel Rocard, como Élisabeth Borne, Jean-Marc-Ayrault, François Fillon, Alain Juppé. ¿Qué número dos es Gabriel Attal?

Es interesante pensar en ello como historiadores. La obra colectiva Ser el número dos, dedicada a segundos en política desde la Antigüedad hasta nuestros días (que se publicará próximamente), proporciona herramientas para pensar sobre su posición en diferentes formas de gobierno. Esto demuestra que estamos en el camino equivocado al centrarnos únicamente en el número dos formal: ya sea prefecto pretoriano, visir o primer ministro. Los pensadores de la era moderna (empezando por Maquiavelo, Bodino, Montesquieu, etc.) han señalado al número dos, a veces informal, que sostiene las riendas del poder e impone su mediación entre el príncipe y el mundo exterior.

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Emmanuel Macron eligió lo que Jean-Pierre Raffarin llama un “número dos situacional”: un prodigio tan parecido al jefe de Estado que no podía conformarse con una posición subordinada. En esto imita a François Mitterrand, que relanzó su primer mandato de siete años nombrando a Laurent Fabius a la edad de 37 años, salvo que podría presentarse nuevamente en 1988, a diferencia de Emmanuel Macron, que tal vez posiciona a Gabriel Attal en una lucha por la sucesión anticipada. Por lo tanto, la medida sería ganadora en dos temporalidades: la primera fase de un mandato de cinco años que se está desvaneciendo y la proyección del campo presidencial en la era post-Macron. Sin embargo, para Gabriel Attal las cosas parecen más complicadas.

En primer lugar, le preocupa especialmente una tercera temporalidad: las elecciones europeas, para las cuales las encuestas pronosticaban un éxito durante todo el otoño para la Agrupación Nacional liderada por Jordan Bardella (28 años). En términos del número dos, Gabriel Attal será primero un líder de guerra, liderando el campo presidencial en el ámbito electoral. Su destino estará ligado a la batalla, incluso al duelo que le enfrentará a un potencial número dos aún más joven que él.

Entonces, el número dos se impone históricamente por su capacidad de mediar entre el jefe de Estado y su gobierno. Gabriel Attal tiene aquí muy poco margen de maniobra, porque está bajo el estrecho control de un número dos informal, el “gran chambelán”, que es Alexis Kohler, secretario general del Elíseo, cargo que ya había asegurado un enorme poder a Claude Guéant bajo Nicolas Sarkozy. Nada lo demuestra mejor que el nombramiento de Emmanuel Moulin como jefe de gabinete de Gabriel Attal: este amigo íntimo de Alexis Kohler fue elegido por el Elíseo. El gobierno fue formado entre el 9 y 10 de enero por el cuarteto Macron-Attal-Kohler-Moulin. Emmanuel Macron dejó que Édouard Philippe eligiera a su jefe de gabinete en 2017, pero luego impuso los de Jean Castex y Élisabeth Borne. Por tanto, es en la continuidad de los primeros ministros borrados donde encaja Gabriel Attal. Su discurso de política general será una prueba crucial y pronto sabremos hasta qué punto habrá intervenido el Elíseo en su redacción.

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El número dos sirve para regular la competencia entre ministros. También en este caso los inicios de Gabriel Attal son difíciles. Por orden protocolario, los ministros más importantes son Bruno Le Maire y Gérald Darmanin. Emmanuel Moulin fue jefe de gabinete del primero en 2017-2020; Gabriel Attal hizo su primer viaje a Ermont-Eaubonne el 10 de enero junto con el segundo, quien se apresuró a decir a la prensa que había conseguido mantener su posición directamente por teléfono con Emmanuel Macron. La gira de Gabriel Attal por el país no hace más que ilustrar esta debilidad. El Primer Ministro no es el portavoz del gobierno: está ahí para decidir, para dirigir a sus ministros. Una misión que hoy parece confiada a Emmanuel Macron. Frente a los pesos pesados ​​del Gobierno, la capacidad de mediación de Gabriel Attal parece mínima.

Aún más embarazoso: ¿qué aporta este número dos al jefe de Estado? Ni anclaje territorial, ni red de parlamentarios, a diferencia de Jean-Pierre Raffarin que llevó la provincia al parisino Jacques Chirac o Jean-Marc Ayrault que ofreció a François Hollande los parlamentarios del PS que había presidido durante quince años. En términos de imagen, Gabriel Attal, auténtico clon del presidente, no llena los huecos y no suaviza los ángulos. Además, bajo la presidencia de Macron, el Primer Ministro no tiene un área reservada para cultivar su autonomía o su complementariedad.

Para este “meteorito”, se vislumbra otro destino histórico del número dos: el del pararrayos o el escudo. Recibirá los golpes no sólo por Emmanuel Macron, sino también por sus propios rivales, a quienes su nombramiento les ahorra “el infierno de Matignon”, según la expresión de la periodista de Le Monde Raphaëlle Bacqué. Por falta de recursos propios, depende de lo que llamamos, en el colectivo Ser Número Dos, el sistema de lealtad-confianza, es decir una relación de dependencia hacia el jefe del Estado. Podemos esperar ver a la pareja ejecutiva mostrando notoriamente su buen entendimiento, hasta que, tal vez, la competencia dentro del gobierno, un fracaso electoral o el desgaste del “pararrayos” acribillado por golpes fracasen, impongan un nuevo nombramiento, un nuevo nombramiento. escansión, en una Quinta República que ya no es un régimen semipresidencial como lo describió Raymond Duverger en 1977, sino un régimen presidencial no reconocido, donde la mayor parte de la influencia y el poder se concentran en manos del Jefe de Estado rodeado de sus asesores .

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