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“Detrás del absurdo del texto sobre discriminación capilar, el estallido de reivindicaciones comunitarias”

Thibault Mercier es abogado, ensayista y presidente del Círculo Derecho.

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“Detrás del absurdo del texto sobre discriminación capilar, el estallido de reivindicaciones comunitarias”

Thibault Mercier es abogado, ensayista y presidente del Círculo Derecho.

No hubo tres pelos y un pelo, pero casi, en la Asamblea Nacional este jueves 28 de marzo se votará este espeluznante proyecto de ley destinado a reconocer y castigar la discriminación “pelo”. Cincuenta diputados (de los 577 del hemiciclo...) participaron en la votación para aprobar en primera lectura la modificación de nuestro código penal para castigar la negación de propiedad con tres años de prisión y una multa de 45.000 euros. un servicio o empleo basado en la apariencia física “particularmente el cabello”.

Uf, pelirrojas, rubias y otras con cabello encrespado pueden agradecer a nuestros diputados este importante avance jurídico ya que, como se desprende de la exposición de motivos de la propuesta, "las personas que son víctimas de discriminación ligada a la textura de su cabello, su color o su el peinado carecen de un marco jurídico preciso. Por lo tanto, era urgente poner manos a la obra al MP para llenar este vacío legal. Esta exposición de motivos, citando a un sociólogo, nos dice luego que al obligar a las personas a alisarse la melena “estamos aplastando un cabello que merece vivir, lo estamos asesinando”. ¡Caray! De hecho, se trata de un verdadero genocidio capilar que se perpetraría silenciosamente en nuestro territorio. ¡Esto sí que es algo que nos relaja!

Mientras algunos se confundirán al leer este texto legislativo, otros se preguntarán qué sentido tiene movilizar el tiempo y las energías de la representación nacional para discutir y votar una ley que es, si no absurda, al menos inútil ya que, en el Según palabras de la Ministra Aurore Bergé, nuestra ley ya permite luchar contra este tipo de discriminación. Si esta ley no tiene utilidad jurídica, hay que mirar el lado político. Y luego vemos, impotente, el secuestro de nuestras instituciones por parte de diputados que utilizan su mandato para promover una agenda comunitaria y, de ese modo, importar un debate del otro lado del Atlántico, ajeno a nuestra historia y nuestra filosofía. El trabajo parlamentario que aquí nos ocupa incluye en este sentido la gran mayoría de referencias a Estados Unidos, a sus leyes y a estudios relativos a los “afrodescendientes”. ¿Dónde estaban los colegas del diputado Olivier Serva en el origen de la propuesta para denunciar esta creciente americanización de nuestro país y de nuestras leyes? ¿No ven estos "dioseros" que la multiplicación de categorías protegidas por los textos legales está en flagrante contradicción con nuestra Constitución que "sólo reconoce al pueblo francés compuesto por todos los ciudadanos franceses sin distinción de origen, raza o religión"?

Pero nada parece poder detener la lucha contra la “discriminación”, término que actúa como tótem en el debate público, aunque nadie es capaz de dar una definición precisa. Sin embargo, la discriminación está en el origen, y hay que recordarlo, de la acción de distinguir o discernir una cosa de otra. Cualquier acción realizada o palabra dicha excluye inevitablemente a otro y es discriminatoria de facto. Al olvidar el significado de las palabras, asistimos a una continua ampliación de los motivos de discriminación. Las consecuencias son devastadoras para el espíritu de nuestra ley, que ahora favorece la división de la comunidad nacional en una miríada de microcomunidades consideradas "oprimidas".

Más allá de esta discriminación capilar, y contrariamente a la creencia común sobre la cuestión, es la existencia misma de leyes que luchan contra la discriminación lo que nuestros diputados podrían poner en duda. No sólo porque son casi inaplicables en la práctica: los reclutadores siempre encontrarán una manera de discriminar sin dejar ninguna evidencia material. Y sobre todo porque, contrariamente a su objetivo declarado, estas leyes tienden a favorecer la división del país incitando a cada uno a ver lo que les distingue -más que lo que les une- de su vecino, esencializando su raza, su sexo o su orientación sexual.

¿Veremos pronto asociaciones que defiendan a los pelirrojos o a los calvos? “No a la chovofobia”, proclamó hace unos años la asociación paródica “Chauve qui peut”, pidiendo un plan para combatir la discriminación de la que son víctimas las personas calvas. Aquí estamos ! En 2024, la realidad supera la sátira.

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