Si los visitantes de Dumble Farm, en el norte de Inglaterra, vienen de todas partes, no es para comprar leche o queso, sino para abrazar a Morag, una imponente vaca de las Highlands, y a sus compañeras. Fiona Wilson y sus colegas de la granja comenzaron a ofrecer sesiones de abrazos a sus vacas en febrero, cuando quedó claro que sus problemas económicos estaban lejos de terminar.
“A algunas personas les gusta el contacto con perros, gatos o caballos. Otros prefieren estar con las vacas”, dijo Fiona Wilson a la AFP. “La gente viene por su bienestar. Estar cerca de animales alivia la ansiedad, es casi como una terapia”. Como tantos otros agricultores, los propietarios de Dumble Farm, cerca de Beverley, en el este de Yorkshire, se han visto muy afectados por la fuerte caída de los precios de la leche y, más recientemente, por la elevada inflación.
En apenas unas décadas, decenas de miles de criadores han abandonado el sector. Según un informe de la Biblioteca de la Cámara de los Comunes, en 1950 había 196.000 granjas lecheras en el Reino Unido. En 1995, sólo quedaban 35.700.
La caída de los precios de la leche y el aumento de los costos de la energía, el combustible, los piensos y los fertilizantes desde el estallido de la guerra en Ucrania en febrero de 2022 han sellado el destino de muchos otros. Según la Junta de Desarrollo Agrícola y Hortícola, que representa a los agricultores, en octubre de 2023 solo quedaban 7.500 productores de leche en Gran Bretaña.
Dumble Farm también se ha inundado seis veces en siete años, dejando a menudo la granja bajo el agua durante meses. Fiona Wilson y sus socios, incluidos su marido y su hermano, trabajaban 14 horas al día durante todo el año, pero estaban perdiendo dinero. “No es posible vivir así”, subraya. “No había futuro. No íbamos a ninguna parte”.
En enero de 2022, decidieron diversificar sus actividades y vendieron su rebaño, excepto cinco vacas que no se atrevieron a abandonar. "Realmente eran nuestros amigos, con su naturaleza plácida y amigable", dice Fiona Wilson.
“Así que pensamos que tal vez podríamos intentar iniciar algunas sesiones de mimos de vacas, sólo para ganar un poco más de dinero (...) y también para que la gente se interese en lo que estamos haciendo aquí”. La granja preparó a las vacas durante meses antes de invitar a los clientes a acariciarlas. Las vacas parecían felices con su nueva actividad.
“Son animales curiosos. Están interesados en la gente que viene a verlos”, asegura Fiona Wilson. La experiencia, que también incluye actividades educativas sobre agricultura sostenible, atrae a parejas, familias y amantes de las vacas de todo el país.
Es un éxito: las plazas se reservan con meses de antelación, por un precio de 50 libras esterlinas (58,30 euros) por persona. Dentro del granero, las vacas dormidas parecen encantadas de que los visitantes les rasquen la barbilla y les cepillen el pelaje. Steven Clews invitó a una sesión a su esposa, que ama las vacas Highland. Él también se benefició de la experiencia.
“Amo a todos los animales, especialmente a los tiernos. Por eso, poder abrazar a una vaca grande es genial”, se alegra. “Son muy fáciles de cepillar”, afirma entusiasmada su esposa, Emma Clews. "No pensé que lo encontraría tan relajante". Al final de la sesión, Morag, con su larga melena color caramelo, levanta la cabeza hacia el cielo con expresión satisfecha, provocando sonrisas y ronroneos de placer en sus visitantes.
