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"En El bien como en el mal, Silvio Berlusconi fue la encarnación del espíritu italiano"

Stefano Pilotto es doctor en historia de las relaciones internacionales, especialista en cuestiones europeas y balcánicas y profesor de la MIB School of Management de Trieste.

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"En El bien como en el mal, Silvio Berlusconi fue la encarnación del espíritu italiano"

Stefano Pilotto es doctor en historia de las relaciones internacionales, especialista en cuestiones europeas y balcánicas y profesor de la MIB School of Management de Trieste.

Silvio Berlusconi deja tras de sí treinta años de historia política italiana marcada en gran medida por su personalidad y su acción al servicio de la administración pública, pero también deja tras de sí sesenta años de trabajo al servicio del sector privado. Empresario dotado de entusiasmo y espíritu de confianza, pasó por los años del milagro económico italiano de la segunda posguerra, los años sesenta caracterizados por el crecimiento industrial y demográfico, hasta la era del final de la guerra fría, de que la caída del muro de Berlín fue el símbolo. Cuando, a principios de la década de 1990, la República Italiana se vio afectada por una grave crisis moral, provocada por los escándalos de corrupción de los grandes partidos políticos de centro izquierda (Democracia Cristiana y Partido Socialista), Silvio Berlusconi, que había iniciado una nuevo período de éxito empresarial en el campo de los canales de televisión privados centrados en la dimensión comercial, tuvo un relámpago.

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Sin duda, el vacío dejado por la deslegitimación de los partidos moderados de centro-izquierda habría abierto el camino al Partido Comunista Italiano, que sin duda habría aprovechado la coyuntura para ganar cada vez más poder a nivel administrativo gubernamental en la península. Fue entonces cuando el exitoso empresario, para proteger los intereses de la clase media y sectores moderados del centro-derecha, decidió abrir un nuevo capítulo en su vida. Creó un nuevo partido político, Forza Italia, de inspiración conservadora y liberal y participó en las elecciones de 1994. La victoria en las elecciones selló el inicio de una extraordinaria carrera política, que le permitió convertirse en presidente del Consejo de Ministros y, a menudo, en árbitro. de la vida política italiana durante los últimos treinta años.

Cuando, a la edad de 86 años, Berlusconi deja su vida en la tierra, deja un balance caracterizado por varios elementos de fuerza y ​​por ciertas debilidades. Entre sus elementos de fuerza encontramos sin duda su optimismo, esa sonrisa incansable que conquistó el mundo entero y que encarnó el espíritu eterno de los italianos a través de su historia y su geografía. El jardín de Europa, calentado durante mucho tiempo por un sol generoso, presenta una sonrisa saturada de confianza para el futuro. Berlusconi fue la imagen de esta sonrisa y sus éxitos profesionales transmitieron un mensaje de esperanza tanto a las capas menos favorecidas como a las más iniciadas en el éxito. Un segundo elemento de fuerza fue sin duda su moderación. Soldado de la democracia y del antifascismo, Berlusconi siempre luchó por crear un Estado liberal en el que la gente pudiera prosperar según sus aptitudes y sus motivaciones.

Un tercer elemento de fuerza fue su política exterior. Abanderado de una Europa integrada, Berlusconi nunca dejó de reforzar los ideales que fueron los de Jean Monnet, Robert Schuman, Konrad Adenauer y Alcide De Gasperi. En un marco más amplio, Berlusconi pudo preparar, a través de buenas relaciones personales, un nuevo período de distensión entre Estados Unidos y Rusia, especialmente después del desastre del 11 de septiembre de 2001. Los acuerdos de Pratica di Mare (28 de mayo de 2002) resultaron en la asociación de la Rusia de Putin con las reuniones del Consejo de la OTAN en relación con las amenazas vinculadas al terrorismo internacional: esta victoria personal selló el apogeo de la distensión, al comienzo del nuevo milenio.

La vida de Berlusconi, sin embargo, estuvo marcada por varias debilidades. Protagonista negativo de la vida judicial, se encontró varias veces ante los jueces por cuestiones de corrupción, evasión fiscal, explotación de la prostitución. También fue blanco de la opinión pública por cuestiones morales, tanto en los conflictos de intereses como en las relaciones extramatrimoniales con mujeres. La debilidad más evidente de Berlusconi fue no entender que el rango moral de un estadista no se disuelve en los espacios privados y que el sentido de responsabilidad hacia el pueblo en su conjunto debe permanecer vigente en cualquier momento del día.

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Sus relaciones con las mujeres expusieron sus enfoques frívolos, a veces descarados, que ofendieron la moral cristiana y familiar con la que está impregnada Italia. Pagó por sus debilidades y por sus faltas: el ex primer ministro fue condenado por los tribunales y obligado a realizar trabajos socialmente útiles. Fue una humillación a la que supo adaptarse y resignarse sin vacilar. Después de sus purgatorios fue reelegido para el Senado. Una parte de la opinión pública le había perdonado sus debilidades. Hoy, cuando el ataúd entra en la catedral gótica de Milán, todo el país -tanto sus aliados como sus oponentes- reconoce sin embargo su grandeza, su carácter indomable, su espíritu ganador del que el equipo de fútbol AC Milan fue una larga imagen. En el Bien como en el Mal Silvio Berlusconi vivió intensamente y fue una expresión sincera del espíritu italiano.

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