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El ojo del INA: “Señores del jurado”, los inicios de la verdad TV

Hay que hacer justicia a los “Señores del jurado”.

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El ojo del INA: “Señores del jurado”, los inicios de la verdad TV

Hay que hacer justicia a los “Señores del jurado”. Hace exactamente medio siglo, el novelista Alain Franck y el director André Michel firmaron la primera de una serie de 44 telefilmes que narran casos judiciales en forma de una reconstrucción exacta de un proceso penal. Madelen les invita a descubrir, o redescubrir, el comienzo de “El caso Lusanger”, emitido el 16 de enero de 1974 a las 20.30 horas en el segundo canal.

Frédéric Pottecher, el cronista jurídico más famoso, y Pierre Billard, creador radiofónico de “Maestros del misterio”, firman un escenario y diálogos inspirados en una noticia auténtica: Solange Lusanger, de 24 años, habría matado a su amiga. Micheline Frugères, una joven neurótica y deprimida. Al enterarse de que esperaba un hijo de Philippe Castet, el hombre al que amaba, el acusado supuestamente la obligó a tomar una gran dosis de un medicamento diluido en alcohol.

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Si los papeles de magistrados, abogados, testigos y miembros de la acusación son desempeñados por auténticos actores, los nueve jurados que, en el momento del veredicto, deben decir “¿inocente o culpable?” », los espectadores son elegidos al azar. Algunas son a veces impugnadas por la defensa o el fiscal general, desde la apertura de los debates. Los demás toman asiento habiendo aceptado jugar el juego deseado por los guionistas: descubrir el asunto sólo durante el juicio. A cambio, se les aseguró que al final de los alegatos, en el momento de la deliberación, hablarían libremente según sus convicciones personales.

Al día siguiente de la primera emisión, la prensa elogió un experimento que los periodistas llamaron “TV de la verdad”. Aprovechan para recordar el espectáculo pionero del género, “En tu alma y conciencia”. Entre 1955 y 1969, Pierre Dumayet expuso, en el primer canal, importantes casos pasados ​​y juzgados ilustrados por imágenes de archivo, y luego propuso a la defensa defenderlos nuevamente. “Señores del jurado”, cuya fórmula se inspira en programas presentes desde hace varios años en las cadenas estadounidenses y canadienses, va mucho más allá. Los debates están dirigidos por actrices conocidas por los espectadores por sus papeles principales o secundarios. Entre ellos se encuentran, a lo largo de los años, Jean Mercure, fundador del Théâtre de la Ville, Jean Topart, Suzanne Flon, Michel Etcheverry, Paul Crauchet y Roland Bertin.

La mayoría de los temas se inspiran en noticias que en su época coparon los titulares: un hijo de buena familia mal acompañado que lo transformó en secuestrador, un trabajador de una fábrica que se declara homicidio tras matar a un capataz que intentó para abusar de ella, el ataque mortal cometido a un tendero por dos jóvenes de unos veinte años, que entraron en la tienda con la intención de robar la recaudación del día, y otros temas decididamente de la vida cotidiana.

El proceso es siempre el mismo. A la entrada de los acusados ​​sigue la del Tribunal y la convocatoria de abogados, testigos y jurados por parte del Presidente. El ritmo de las explicaciones técnicas y de los detalles legales, que pueden parecer particularmente lentos al otro lado de la pantalla, se modela según la solemne realidad del momento y aumenta la veracidad del conjunto. Los últimos minutos están dedicados a las deliberaciones de los jurados, a las que están invitados los espectadores, y a la lectura de la sentencia ante los acusados. La aventura de “Señores del jurado” terminó en 1986. La idea fue retomada tres años después en “Tribunal”, en forma de películas de 26 minutos, sin la intervención de los espectadores. Michèle Laroque, Jean-Marie Bigard, Kad Merad, Marion Game y muchos otros participarán durante los cinco años de rodaje. Siguieron otras series inspiradas en el mismo universo, incluidas “Case of Divorce” y “Family Affairs”. Temas más presentes que nunca en la actualidad cultural a través de dos películas estrenadas hace apenas unos meses, El proceso Goldman y Anatomía de una caída, de las que el público era el único juez.

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