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Desde Pekín, Emanuel Macron vigila a Laurent Berger

Enviado especial a Pekín.

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Desde Pekín, Emanuel Macron vigila a Laurent Berger

Enviado especial a Pekín

Emmanuel Macron da un paso adelante detrás del escritorio de la Embajada de Francia en Beijing. Al mismo tiempo en París, los sindicatos se instalaron frente a Elisabeth Borne para pedirle que retirara la reforma de las pensiones. Apenas tiempo para que Emmanuel Macron termine su discurso ante la comunidad francesa en China y estreche algunas manos en la audiencia que los sindicatos ya están en las escaleras de Matignon para denunciar una "crisis democrática". La reunión fracasó.

En vísperas de una nueva jornada de movilización contra la reforma, lo contrario hubiera sido inesperado por decir lo menos. Pero las palabras de los sindicatos son duras, a pesar de todo. Se informa inmediatamente al Presidente de la República. Podemos trabajar desde Pekín para intentar convencer a Xi Jinping de moderar su apoyo a Vladimir Poutine mientras vigilamos el estado de ánimo de Laurent Berger y Sophie Binet. Obviamente, ella es mala. Incluso si Emmanuel Macron tiende a alegrarse de que los sindicatos hayan aceptado la invitación de Elisabeth Borne. “La marca del respeto mutuo”, queremos creer en su entorno. Pero de todos modos, en torno al jefe de Estado, lo fulmina severamente.

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“Que un presidente electo con una mayoría electa, por cierto relativa, pretenda llevar a cabo un proyecto que se ha llevado a cabo democráticamente, que no se llama crisis democrática, asalta una buena fuente en el Elíseo. No podemos hablar de crisis democrática cuando el proyecto ha sido sustentado, explicado y asumido. (…) No nos escondimos detrás de nuestro dedo meñique, hubo un proceso democrático. La legitimidad de la elección frente a la de la calle. Tiempo político versus tiempo social. Aquel al que acabaron cediendo muchos de los antecesores de Emmanuel Macron. Él quiere aguantar. Y tanto más firmemente cuanto que está convencido de que, al contrario, nadie ha jugado el juego de la negociación. “¿Es este el proyecto que llegó al Parlamento así? No. Fueron meses de consulta. La verdad es que no hay ninguna fuerza social y política de oposición que quisiera llegar a un compromiso y llevar adelante otro proyecto”, asegura esta misma fuente en el Elíseo, donde estamos enfadados, especialmente con la CFDT por haberse armado, de acuerdo con las conclusiones de su congreso, en contra del aplazamiento de la edad de jubilación a los 64 años. “La respuesta fue: nada”, se ahoga un amigo cercano de Emmanuel Macron. Ello no impedirá que el Presidente de la República se reúna con ellos “en las próximas semanas”.

Y si solo existieran los sindicatos... En esta crisis de las pensiones, ahora debemos contar con la violencia que se invita a las procesiones, rara vez denunciada por los partidos de izquierda, a menudo incitada por los de la extrema izquierda. Una "amenaza democrática" y "una amenaza a la República", según este íntimo amigo del Jefe de Estado que denuncia, muy molesto, "todos los discursos políticos que legitiman la violencia y que consideran que, en el orden democrático, en llegar a las manos oa las armas sería legítimo”. La extrema izquierda, por tanto, que actualmente se encarna en Jean-Luc Mélenchon. Y cuya estrategia finalmente conduce a un solo resultado: hacer avanzar a la extrema derecha.

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