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Aplazamiento de la visita de Carlos III: en el centro de la crisis, la admisión de la impotencia

La decisión llevaba unos días madurando, cayó el viernes al final de la mañana.

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Aplazamiento de la visita de Carlos III: en el centro de la crisis, la admisión de la impotencia

La decisión llevaba unos días madurando, cayó el viernes al final de la mañana. Tras una llamada telefónica de quince minutos entre el presidente de la República y el rey de Inglaterra, el Palacio del Elíseo y Downing Street anunciaron el aplazamiento de la visita de Estado de Carlos III a Francia.

Programado a lo largo de tres días, el primer viaje al exterior del soberano británico chocó de frente con un movimiento contra la reforma de las pensiones, en plena radicalización. “Desde el momento en que la intersindical anunció una nueva jornada de movilización para el martes, y que la visita del rey estaba prevista de lunes a miércoles, no estaríamos hablando en serio y nos faltaría cierto sentido común para proponer a Su Majestad el rey y la reina consorte para venir y hacer una visita de estado en medio de las protestas, explicó Emmanuel Macron el viernes desde Bruselas, donde asistía al Consejo Europeo. Lo que hubiera sido detestable, para el pueblo británico como para nosotros mismos, hubiera sido que decidiéramos mantener como si nada, con incidentes en clave.

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El riesgo estaba probado. Llevaba varios días preocupando a las autoridades británicas, en contacto permanente con Francia, como los sherpas de los dos países. "Buckingham había comenzado a emitir algunas llamadas desde los faros para señalar su preocupación", confiamos en la comitiva del jefe de Estado, donde se trabaja en una nueva fecha "a principios de verano". Los disturbios del jueves, al margen de la novena jornada de movilización, y la convocatoria a nuevas movilizaciones para el martes 28 de marzo, ganaron la decisión de ambas partes. Pero fue Emmanuel Macron quien decidió.

Le informaron, en París, de estos incendios que amenazaron un edificio en la rue Saint-Marc el jueves. En Burdeos, la puerta del ayuntamiento fue arrasada por un incendio. En Rouen, una manifestante vio cómo le arrancaban el pulgar tras el disparo de una granada de descerco. En Lorient, los opositores a la reforma atacaron una comisaría, mientras que otros, en Nantes, invadieron el tribunal administrativo. “No cederemos ante la violencia”, advirtió este viernes Emmanuel Macron, convencido de que “el país no se puede parar” y ansioso por “avanzar”.

Al mismo tiempo, los informes de los servicios informaron de acciones espectaculares que estaban preparando movimientos de extrema izquierda para la visita de Carlos III. “En ningún momento se habría puesto en entredicho la integridad física del rey”, insiste el entorno del jefe de Estado. Pero no se trata de sufrir una guerra de imágenes impuesta por los matones.

Por el contrario, tampoco se trata de ofrecer imágenes totalmente desvinculadas de la situación del país, como las del presidente cenando con el rey bajo el oro del Salón de los Espejos del Palacio de Versalles. “Los que nos reprochan hoy haber aplazado la visita son los mismos que nos habrían acusado mañana de irresponsabilidad si hubiéramos mantenido el evento”, chilla un allegado al presidente.

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En lo alto del estado, se ha afianzado el negro escenario de un movimiento incontrolable. Así que ahora que su agenda se ha aligerado, al menos para el inicio de semana, Emmanuel Macron abre la puerta a los sindicatos. Desde Bruselas, el Jefe de Estado dijo que estaba "a disposición de la intersindical" para discutir todo, de cara a la futura ley de "pleno empleo". Excepto pensiones.

“Indiqué nuestra disponibilidad para avanzar en temas como desgaste profesional, fin de carrera, readiestramiento, desarrollo de carrera, condiciones de trabajo, remuneración en determinadas ramas, detalló. Estoy totalmente disponible, al igual que el gobierno, para avanzar en estos temas de inmediato. Manera de mostrarse más flexible que durante su intervención televisada del miércoles.

Esta entrevista en TF1 y France 2 fue presentada por algunos de sus familiares como una "operación de apaciguamiento", pero Emmanuel Macron falló su apuesta. La protesta no decayó finalmente: entre 1,08 millones -según el Ministerio del Interior- y 3,5 millones de manifestantes -según la CGT- marcharon este jueves por las calles, una semana después de la aplicación del artículo 49.3 de la Constitución. Suficiente para que el Insoumis Jean-Luc Mélenchon salude la movilización social "la mayor desde mayo de 1968".

Al mostrarse inflexible el miércoles, Emmanuel Macron fue acusado por sus opositores de "echarle leña al fuego". “Hacía falta humildad y empatía en la forma: eso es lo que pecó”, reconoce un ejecutivo de Renaissance. Luego, el jefe de Estado atacó a los sindicatos, deplorando que no hubieran ofrecido ningún "compromiso" sobre la reforma de las pensiones.

Su postura de seguridad -“No podemos aceptar ni a los rebeldes ni a las facciones”, declaró- también es señalada por la antirreforma. "Hablar de faccionalismo es inaceptable por parte de un presidente de la República", criticó este jueves a la exministra socialista Martine Aubry, junto a los manifestantes en su ciudad de Lille.

Además de la violencia cometida por los matones, a los ejecutivos les preocupa el endurecimiento del movimiento sindical. Ocupación de vías férreas, bloqueo de carreteras, huelgas en refinerías… “Hay que hacer frente a esta radicalización antes de que se convierta en verdadera violencia”, advierte un miembro del Gobierno.

Signo de la urgencia, Elisabeth Borne convocó una reunión el jueves con sus ministros Gérald Darmanin, Agnès Pannier-Runacher (Transición energética) y Clément Beaune (Transporte). El suministro de Île-de-France por parte de la gran refinería TotalEnergies se reanudó el viernes, tras una intervención de la policía. Pero la preocupación persiste en Normandía, donde la CGT anunció el cierre de la refinería Esso-ExxonMobil el sábado.

Ante la falta de apaciguamiento obtenido por Emmanuel Macron, sus partidarios, a su vez, intentan reducir la presión. “Todos deben hacer un llamado a la calma”, pidió el viernes el presidente de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet. Otros macronistas piden una “concesión” del jefe de Estado. "Podemos suspender la promulgación de la ley", dijo el diputado renacentista Éric Bothorel, miembro del ala izquierda de la mayoría. “Puede ser un gesto, antes de retomar el diálogo con los sindicatos”. Lo que sugirió el viernes el ex primer ministro Bernard Cazeneuve, llamando a la "suspensión" de la reforma.

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