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“Por qué la Región Isla de Francia decidió cambiar su sistema de ayuda a la compra de coches eléctricos”

Valérie Pécresse es presidenta de la Región Isla de Francia.

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“Por qué la Región Isla de Francia decidió cambiar su sistema de ayuda a la compra de coches eléctricos”

Valérie Pécresse es presidenta de la Región Isla de Francia. Olivier Blond, delegado especial para la calidad del aire en la Región Isla de Francia.

La Región Isla de Francia acaba de modificar su sistema de ayuda a la compra de coches eléctricos. Es así el primero en condicionar su ayuda a la huella de carbono del país de su montaje final.

Era hora de poner fin a una situación absurda: muchos vehículos –o sus baterías– se fabrican en condiciones ambientales desastrosas, especialmente cuando se importan de países que utilizan carbón para producir su energía.

El uso de vehículos eléctricos es, en principio, una buena solución para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y nuestras emisiones de gases de efecto invernadero; el Estado y otras Regiones lo alientan como nosotros. Pero existen fuertes diferencias entre los modelos comercializados en función de su forma de construcción. Nuestro compromiso con el clima no debe impedirnos ser exigentes y, por tanto, debemos verificar que las soluciones prometedoras produzcan los resultados esperados.

¡No seamos ingenuos y repitamos los errores del pasado! De hecho, los subsidios para la compra de paneles solares casi destruyeron la alguna vez prometedora industria solar europea hace 20 años. Ayudamos a la industria china a competir con nosotros. En otras palabras, hemos financiado nuestro propio declive. Y como ya señaló un informe del Tribunal de Cuentas en 2018, las decenas de miles de millones gastados solo han supuesto un cambio marginal en nuestra producción de energía renovable.

Ante la gran transformación que está experimentando nuestra industria automovilística con la electrificación, nos parecía conveniente evitar dos escollos. El primero se refiere a los modelos económicos que llegan a los mercados europeos pero que a menudo son extremadamente caros en términos de carbono. El segundo se refiere a los vehículos de alta gama, generalmente muy pesados ​​y que consumen mucho. Si nuestro objetivo es impulsar la transición climática, ambos representan una alternativa engañosa.

¿Cómo podemos fomentar proyectos que sean real y concretamente respetuosos con el clima? Existen varias vías y el “impuesto al carbono” en las fronteras (MACF) es una de ellas, pero no es suficiente. Cada comunidad y cada institución puede, como forma de innovación política, hacer un inventario de las medidas que está tomando y de las formas de mejorarlas, respetando los derechos franceses e internacionales. Hemos decidido dejar de subvencionar la compra de vehículos eléctricos que superen un máximo en términos de emisiones de carbono y limitar nuestras subvenciones a los vehículos por debajo de un precio determinado.

Para ello, adoptamos un criterio simple, evaluado globalmente por varias instituciones: la intensidad de carbono de la energía en el país productor. Es decir las emisiones de CO2 asociadas al uso de una determinada cantidad de energía. Para dar un orden de magnitud, la electricidad producida a partir del carbón emite 100 veces más CO2 que la misma cantidad de electricidad producida a partir de energía eólica, hidráulica o nuclear (alrededor de 1000 gCO2/kWh para el carbón, frente a alrededor de 10 para otros).

La huella de carbono de la fabricación de vehículos eléctricos depende en gran medida de los procesos industriales para extraer materiales, refinarlos, ensamblar piezas, etc. Pero, en última instancia, todo se reduce a un factor esencial: la densidad de carbono de la energía utilizada.

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Hemos definido un umbral y ahora excluimos de la ayuda regional a los vehículos fabricados en países que lo superen. Este umbral es exigente pero debe ser coherente con nuestros compromisos climáticos: debe permitirnos respetar la trayectoria de Europa conocida como "paquete Fitfor55", es decir, una reducción de nuestras emisiones del 55% con respecto a 1990, y esto a partir de 2030.

El Estado ha propuesto otro método de cálculo para evaluar la puntuación medioambiental de los vehículos eléctricos, que es extremadamente complejo. Nuestro criterio es más sencillo pero nos parece preferible porque es más fácilmente comprensible para nuestros ciudadanos. Sin embargo, tal decisión debe ser entendida y aprobada.

Todo esto se hace en beneficio de los usuarios: al ajustar el número de vehículos elegibles, liberamos recursos para aumentar las ayudas a los vehículos virtuosos. Por último, cabe señalar que nuestro sistema está abierto a los vehículos usados, y que proporcionalmente les resulta más interesante, por lo que es aún más ecológico.

Contribuimos así a acelerar la descarbonización real del parque de vehículos. Pero también esperamos demostrar que la ecología puede ser una herramienta para transformar nuestra industria, prepararla para los desafíos tecnológicos actuales, crear valor y empleo... Estamos demostrando que las comunidades pueden abordar este tema esencial. Algunos ya lo hacen; Esperamos que nuestro ejemplo pueda inspirar a otros.

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