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“Ante la competencia de China y Estados Unidos, establezcamos una verdadera política europea de materias primas”

Yves Jégourel es profesor y catedrático de economía de materias primas en el Conservatorio Nacional de Artes.

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“Ante la competencia de China y Estados Unidos, establezcamos una verdadera política europea de materias primas”

Yves Jégourel es profesor y catedrático de economía de materias primas en el Conservatorio Nacional de Artes.

Sylvain Kahn es profesor de Sciences Po, investigador del Centro de Historia de Sciences Po, autor de una Historia de la construcción de Europa desde 1945, PUF, 2021.

Ganado tras una dura lucha, pero aún pendiente de votación en el Parlamento, el acuerdo sobre la reforma del mercado europeo de la electricidad demuestra que el compromiso político y el sentido común pueden limar los numerosos puntos de divergencia que existen en este ámbito entre los países miembros de la Unión. Sin embargo, el camino hacia una política energética y de materias primas plenamente concertada sigue siendo muy largo. Sin embargo, es imprescindible dado, en particular, el efecto de dependencia de recursos minerales críticos que implica la transición energética en un contexto marcado, por un lado, por el dominio chino de la extracción y el refinado de estos recursos y, por otro, por un lado, por la extrema competencia entre los países industrializados por captar una fracción creciente de estos.

Es cierto que durante casi dos décadas Europa ha trabajado mucho en el ámbito de las materias primas minerales. En 2015, creó un consorcio de investigación dedicado a recursos críticos dentro del Instituto Europeo de Tecnología e Innovación. Cinco años después, fundó la Alianza Europea de Materias Primas en una lógica similar al “Airbus de las baterías”. A raíz de ello y en paralelo con la Ley Industrial Net Zero, lanzará, en marzo de 2023, la Ley de Materias Primas Críticas (CRMA), que define una serie de objetivos que deben alcanzarse para limitar la dependencia de la Unión de las importaciones de estas recursos, ya sean relacionados con el desarrollo de la oferta minera y de reciclaje europea o, en su vertiente exterior, con el refuerzo de estrategias de asociación con terceros países. La cuestión, sin embargo, no es tanto si a Europa le está yendo bien sino si está haciendo lo suficiente, frente a las propias ambiciones de China y Estados Unidos, así como ante las expectativas lógicas de los países que exportan estas materias primas.

Como ocurre a veces con ciertos temas delicados, el enfoque europeo se basa en una lógica aditiva y no compartida. Este es particularmente el caso de la política exterior y la política minera, que esencialmente caen bajo soberanía soberana de acuerdo con la elección de los Estados miembros. Así, Francia ha firmado individualmente un acuerdo de asociación en el sector minero con Mongolia y acuerdos de diálogo estratégico con Canadá y Australia. Estas firmas dan testimonio de esta lógica soberana e individual, al tiempo que están en consonancia con las ambiciones de la CRMA definida colectivamente a nivel de la UE.

Sin embargo, está claro que esta lógica limita al mismo tiempo la capacidad de los países europeos para celebrar acuerdos que fortalezcan la autonomía no sólo de un solo país sino de toda Europa. Los estados europeos se beneficiarían de la firma de acuerdos europeos para fortalecer la capacidad de negociación general de los 27 frente a los países proveedores, evitando al mismo tiempo el riesgo de competir entre sí. ¿No logró Europa lanzar con éxito en mayo de 2023 una plataforma para la compra compartida de gas, para evitar al mismo tiempo el riesgo de escasez y guerras de ofertas entre los países miembros? ¿No podría una iniciativa así ver la luz para el cobre, el níquel o las tierras raras si es necesario constituir reservas estratégicas? Porque en esta carrera por los recursos minerales que está en marcha, China va varios pasos por delante, mientras que Estados Unidos está ahora a toda máquina.

Este último podría así reconocer a Australia como una fuente minera nacional; Australia entonces tendría acceso a la ganancia inesperada de los subsidios estadounidenses provenientes de la Ley de Reducción de la Inflación. Este tipo de estrategia externa compartida o colectiva también tendría mecánicamente consecuencias bienvenidas a nivel intraeuropeo. De hecho, la actual estrategia aditiva hace invisible el hecho de que algún día los europeos tendrán que diseñar un mecanismo de igualación. Debido a que la dotación de recursos minerales es naturalmente desigual entre los Estados, aquí se plantea la cuestión de la solidaridad europea, haciéndose eco de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero original. Francia emprenderá pronto un importante inventario minero: esta es su oportunidad de presentar sobre la mesa una propuesta de inventario minero a escala de la UE. Esto implicaría sentar las bases europeas para una gestión optimizada de los flujos de materiales primarios y secundarios dentro de las distintas cadenas de valor afectadas.

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Más allá de las materias primas minerales, en el campo más amplio de las materias primas en general, en Europa prevalece un desafortunado enfoque separatista –es decir, sectorial–: la política agrícola común es un tema; la reforma del mercado eléctrico es otra; al igual que los de obtención de recursos minerales... El gran tecnicismo que imponen ciertamente lo justifica en parte. Pero este enfoque ignora la fuerte interdependencia que existe entre los productos básicos. Por ejemplo, los precios de los fertilizantes dependen, en sentido ascendente, de los precios del gas y también, en sentido descendente, de los de los productos agrícolas.

Además, dado que los europeos tienen interés en establecer una política exterior europea para asegurar el suministro de recursos minerales, ¿no deberían esto integrar todas las palancas de negociación posibles? Para cualquiera que lo dude, la historia del siglo XX nos recuerda que Estados Unidos –que entonces dependía en gran medida de un estaño esencial para la fabricación de hojalata y tanques de automóviles cruciales para las fuerzas armadas estadounidenses– se dedicaba al comercio de productos agrícolas por el preciado metal, con el fin de acumular reservas estratégicas.

En un momento de guerra en Ucrania en el que Rusia utiliza el arma geopolítica del gas, el petróleo o el trigo, inventar una auténtica política europea de materias primas se está convirtiendo en una prioridad para cada uno de los 27.

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