Entero en el Studio des Champs-Élysées: Didier Bénureau, en la cabeza de los imbéciles

CULTURA

Delicado de cuerpo y espíritu, con camisa y pantalón azules y zapatos a juego, Didier Bénureau hace una entrada arrogante en el escenario del Studio des Champs-Élysées.

Delicado de cuerpo y espíritu, con camisa y pantalón azules y zapatos a juego, Didier Bénureau hace una entrada arrogante en el escenario del Studio des Champs-Élysées. En 2006 creó Bobo, su tercer espectáculo dirigido por Xavier Durringer. Los fieles descubren allí su nuevo unipersonal llamado Entier, 100% humor negro. El comediante regresa con personajes familiares, el memorable Jean Coqueteau, y otros desconocidos, cada uno más loco que el anterior. Se presenta como el líder de la “comunidad calva” y de quienes “no pueden evitar abrirla”.

La secuela lo confirma. Es hora de apagar la luz y el alborotador aparece disfrazado de hijo de un ecologista que pretende “limpiar” la tierra de la naturaleza, de jubilado racista y tacaño, de instructor estúpido para aprendices de CRS: aconseja a su rebaño “mantener una cabeza fría y un bastón caliente”-, de un colaborador que lamenta la cortesía de los nazis, de una suegra enfermiza y cascarrabias o de un obispo travestido que sale del armario.

Didier Bénoureau tiene el arte de representar monstruos que padecen una estupidez abismal cuya maldad es la cualidad principal. Se prohíbe todo, se atreve con total libertad, sin complejos ni límites, a riesgo de ofender a las mentes mojigatas. Así nos gusta. Ferozmente divertido, perversamente incisivo, gruñendo como una polilla. El actor va y viene entre el set y el backstage hasta mojarse la camiseta. Un brillo en sus ojos, una peluca, un chal y unas gafas le bastan para encarnar seres fuera de marco.

Casi olvidamos que interpretó con talento el papel principal del Tío Vanya de Chéjov en el Théâtre des Bouffes du Nord. Una navaja suiza, Didier Bénureau escribe con una pluma mojada en vitriolo, es un intérprete inigualable y canta. Bueno, con más o menos alegría, pero por una buena causa (¡Ah! sus críticas asesinan en el rap a los obsesivos de las redes sociales). Su “hit”, la Canción para Morales, no ha envejecido ni un ápice. El público lo retoma a coro delante del conmovido actor.

Dominique Champetier, fiel cómplice y coautor, dirige sin dificultad este “Stradivarius”. A sus 67 años, el ex monaguillo cuenta con casi cuarenta años de carrera a sus espaldas. No había actuado en París “hacía siete u ocho años”. “Es fantástico volver”, confiesa tras varios recordatorios. ¡Nosotros también!

Entera, en el Studio de la Comédie des Champs-Élysées (París 8), hasta el 14 de abril. Loc. : 01 53 23 99 19.

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