Al designar a Hamas y Vladimir Putin como enemigos de la “democracia”, Joe Biden jugó tanto con el orgullo de Estados Unidos, un “buque insignia” en el mundo, como con sus intereses de seguridad, con la esperanza de forjar un consenso político. "(El grupo islamista palestino) Hamás y (el presidente ruso Vladimir) Putin representan amenazas diferentes, pero tienen algo en común: ambos quieren destruir completamente una democracia vecina", declaró el presidente estadounidense, al día siguiente de un viaje a Tel Aviv.
Por eso pedirá el viernes al Congreso que financie "urgentemente" la ayuda a Israel y Ucrania, "nuestros socios esenciales". En su segundo discurso a la nación desde la Oficina Oval, este escenario presidencial entre todos, el demócrata de 80 años no escatimó en el énfasis.
El presidente - también una forma de elogiar su determinación frente a un electorado repelido por su edad - recordó su visita en febrero a Ucrania, la primera de este tipo de un jefe de Estado estadounidense en una zona de guerra no bajo control de su propio ejército. “Mientras caminaba por Kiev con el presidente (ucraniano) Volodymyr Zelensky, con las sirenas de alerta aérea sonando a lo lejos, sentí con más fuerza que nunca lo que siempre he creído: Estados Unidos es un faro para el mundo. Todavía hoy. Todavía hoy." “Somos la nación esencial”, dijo, utilizando una expresión de la ex jefa de diplomacia Madeleine Albright.
Pero Joe Biden, candidato a la reelección, también afirmó que Estados Unidos estaría más seguro “por generaciones” si apoyara sin vacilar tanto a Israel como a Ucrania. “Es una inversión inteligente”, aseguró. “El liderazgo de Estados Unidos mantiene unido al mundo. Las alianzas de Estados Unidos son las que nos mantienen seguros a los estadounidenses”. “No podemos permitir que la política mezquina y la ira se interpongan en nuestras responsabilidades como gran nación”, dijo Joe Biden hacia el final de su discurso.
Los llamados generales a la unidad son una constante en los discursos del demócrata, pero el presidente estadounidense se refería en este caso a una emergencia política. Debe lidiar con un Congreso paralizado debido a las disputas entre trumpistas y republicanos moderados, incapaz de formar una mayoría coherente en la Cámara de Representantes.
Según el New York Times, Joe Biden pedirá al Congreso 10 mil millones para asistencia de seguridad a Israel y 60 mil millones para seguir apoyando el esfuerzo bélico de Ucrania. Al unirse a ambos, presiona al Partido Republicano, una franja del cual se muestra reacia a gastar más en Ucrania, mientras que la derecha es unánime al pedir ayuda fuerte a Israel. El presidente estadounidense sabe que el tiempo se acaba: si el Congreso no logra aprobar un presupuesto anual, Estados Unidos caerá directamente en la parálisis presupuestaria, el "cierre", el 17 de noviembre.
Más allá de las enormes divisiones políticas, Joe Biden también habló de los riesgos de violencia contra judíos y musulmanes en Estados Unidos, derivados de la guerra entre Israel y Hamás. "Las familias judías están preocupadas de ser atacadas", declaró, denunciando nuevamente el "horror" del ataque del grupo palestino en suelo israelí el 7 de octubre. También mencionó a los musulmanes estadounidenses y el asesinato racista el sábado pasado de un niño palestino-estadounidense, apuñalado cerca de Chicago. “Ustedes son uno de nosotros (...) Ustedes son estadounidenses”, dijo Joe Biden a esta comunidad que teme verse estigmatizada como después del 11 de septiembre de 2001. Después de su discurso, el presidente y su esposa Jill Biden llamaron al padre del niño asesinado, para transmitir sus “condolencias” y también sus “oraciones” por su madre, herida durante el ataque.
